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En un concierto que fue creciendo en intensidad y en variedad de estilos, Ayala demostró que puede pasar de un ritmo a otro con mucha soltura, seguridad y aplomo.
Su recital comenzó con la Fantasía Nº 2 para flauta sola, de G. P. Telemann, y continuó con la Partita en La menor, de J. S. Bach. Ayala entregó desde el inicio muy buenas interpretaciones, dejando en claro que más allá de la resistencia o la técnica que posee, su sensibilidad es su gran motor.
El músico hizo seguidamente la Sonata para flauta sola, de Carl Philipp Bach, poniendo en resalto la belleza del sonido de la flauta traversa con esta obra que deja apreciar sus diferentes tonos.
Para la Elegía, de los estudios para flauta de Johannes Donjon, Ayala invitó a sumarse al pianista David Lee. El músico comentó que presentaban por primera vez esta obra arreglada para flauta y piano.
El resultado fue un dúo luminoso, muy bien ensamblado. Lo que les hizo aún mejor fue la carga emotiva conferida por ambos.
Luego el flautista quedó nuevamente solo para entregar “Syrinx”, de Claude Debussy. En su destacada calidad de intérprete, transmitió la magia, y el tono misterioso y hasta triste de esta pieza escrita para una inconclusa obra de teatro.
Lee volvió a sentarse al piano para entregar, junto con Ayala, un aria de la ópera “Eugene Oneguin”, de Tchaikovski, arreglada para flauta y piano. Fue conmovedor y muy satisfactorio de presenciar la química musical que fluía entre los dos.
Otra vez como solista, el flautista contó que gusta escuchar músicas de diferentes estilos, y que un día se topó con una obra de Krzysztof Zgraja. De él hizo el primero de sus Estudios para flauta sola. Con aires de flamenco, Ayala llevó así la flauta traversa hacia otro panorama musical, haciendo más evidente su virtuosismo. Dentro de esa versatilidad, ejecutó el Tango Estudio Nº 3 de Piazzolla, en lo que fue una profunda e intensa parte del concierto.
El cierre se dio nuevamente a dúo con Lee, con las obras Cantabile y Presto, de George Enescu, y la Suite para flauta y piano de jazz, de Claude Bolling. Centelleante fue este final que terminó el concierto por todo lo alto. El público rompió en fuertes aplausos, como lo vino haciendo durante todo el concierto.
Fue cautivante e inteligente la elección del repertorio de Juan Ayala y así también el orden en que fue entregando las obras, algo muy importante de tener en cuenta para que sea efectivo el recital. Eso sirvió además para dar rienda suelta a su plasticidad interpretativa. victoria.martinez@abc.com.py