Herencia de perdón

Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante más famoso de la historia, escribió “Pablo Escobar Mi padre”, principalmente, una obra que pretende ser una aguda reflexión sobre la influencia del narcotráfico y sus consecuencias, así como un llamado a la paz y el perdón.

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La presentación es esta noche, a las 19:00, en El Lector de San Martín y Austria.

Juan Pablo Escobar viene por segunda vez a Asunción para compartir con el público “lo que nos ha quedado como legado, lección para compartirlo con los jóvenes, las familias y la sociedad en general para evitar que historias como estas se busquen imitar, sino, todo lo contrario: generar la conciencia para que los jóvenes no continúen por esos pasos”.

Luego del asesinato de su padre, se cambió el nombre por Juan Sebastián Marroquín Santos. De niño, su padre lo llamaba Gregory, aparentemente, el motivo sería Gregory Rasputín, el monje ruso. “Yo no encuentro el motivo exacto, salvo que sea porque tantas veces intentaron matar a Rasputín y no pudieron. ¿Será ese?”.

Sebastián enfatiza que Pablo Escobar era el mejor padre del mundo y que no renunciaría a él. “Y si tuviera la posibilidad de tenerlo de vuelta, lo volvería a elegir. Sin dudar, porque conmigo era un buen consejero. Nunca me aconsejó para mal. Siempre nos trató con respeto a mi madre, a mi hermana y a mí”. A pesar de la violencia que Escobar generaba fuera de su casa, en familia era otra persona.

En una carta que envía Escobar a su hijo –en la época en que Sebastián estaba con su madre y su hermana en Europa–, le brinda muchos consejos, como que se estudiara idiomas, que se aleje de los vicios y que encuentre la felicidad en el deporte. A excepción de lo último, ha seguido todos y se graduó en Arquitectura y Diseño Industrial, en la Universidad de Palermo, en Buenos Aires.

Marroquín, quien se refugió con su madre y hermana en la Argentina desde el 24 de diciembre de 1994, manifiesta mucha gratitud con ese país que los acogió en el momento más difícil de su vida. “Además, tengo un hijo argentino, y tuve la posibilidad de educarme, de tener herramientas diferentes a las que me hubiera tocado si permanecía en Colombia”. Cuenta que los compañeros de universidad nunca le trataron de manera diferente; nunca le hicieron notar que sabían su historia.

Luego de haberse criado en medio de lujos y tener todo lo que se pudiera comprar, Sebastián asegura que el dinero solo sirve para adquirir lo más barato de esta vida. “Nada más”. Resalta que lo único y principal que haría por dinero sería trabajar dignamente. “Ya tuve mucho dinero en mi vida y no me sirvió para nada. Entre más dinero tuve, más pobre me sentía”.

De niño, a pesar de que vivía en la opulencia, no tenía amigos. Sus únicos compañeros de juego eran los guardaespaldas de su padre. “No había con quién más. Eso es lo que aprendí del dinero. Con él no se puede comprar lo que es realmente valioso en esta vida, que son la libertad, la tranquilidad, la vida misma, la salud”.

Su vida en la Argentina se desarrolla de manera absolutamente normal. Anda sin custodia: “Con el miedo nos hicimos grandes amigos. Ya no me paralizo cuando lo veo”. Y recuerda una anécdota ocurrida en una madrugada, cuando explotó un coche bomba en el edificio donde vivían. Tuvo que bajar descalzo siete pisos entre esquirlas, vidrios y escombros. “Lastimosamente, no tengo ninguna cicatriz que mostrar. Estaba claro que esa madrugada quisieron borrarnos del planeta”.

En el documental “Pecados de mi padre”, Sebastián pidió perdón a todas las víctimas de su padre. “Y no me cansaré de hacerlo, porque asumí la responsabilidad moral por mi padre. Me hago cargo. Y desde ese lugar y con mucho respeto por las víctimas, me he acercado, y en el libro, obviamente, reitero ese pedido de perdón a todos ellos, porque creo que es la única manera de construir paz”.

Considera que si deja que esos odios permanezcan ahí inalterados en el tiempo son un perfecto caldo de cultivo para los deseos de venganza, para generar más violencia y destruirnos más como sociedad. Al enterarse de la muerte de su padre, un 2 de diciembre de 1993, juró venganza. Pero, afortunadamente, el deseo solo le duró diez minutos. “Fue justamente eso lo que me frenó: el miedo de saber todo el daño que podía causar”.

“Pablo Escobar. Las historias que no deberíamos saber” es el título de la conferencia que dictará Sebastián Marroquín mañana, viernes, a las 20:00, en el Centro Paraguayo-Japonés (Julio Correa y Domingo Portillo).

El objetivo es concienciar a las personas sobre las consecuencias de los negocios ilícitos y del narcotráfico en particular, sacando el romanticismo que los medios pudieran ponerle a esas historias.

La actividad cuenta con los auspicios del Centro Cultural El Lector, la Dirección de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Asunción y la Municipalidad de Asunción. Las entradas pueden ser adquiridas a través de la Red UTS.

mpalacios@abc.com.py

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