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Han pasado cuarenta años de que “La guerra de las galaxias” se estrenó en el cine Premier. Fue en abril de 1978. Una revolución visual en todo sentido. Nosotros, que estábamos acostumbrados a los marcianos de goma de la TV en blanco y negro, no podíamos creer lo que estábamos viendo. Cuarenta años después, la franquicia de “Star Wars” sigue vigente.
Ahora nos llega “Han Solo”, dentro del plan de crear películas paralelas a los episodios principales. Este es el segundo spin off, luego de “Rogue One” (2016), que, particularmente me pareció mucho más interesante que el esperado “Episodio 7: El despertar de la Fuerza”.
El poco conocido Alden Ehrenreich reemplaza a Harrison Ford en el papel de Solo. Representa a un joven Han, que se crió en un planeta industrial, donde rige un sistema esclavista y del cual logra escapar. Pero su amada Q’ria (Emilia Clarke, Daenerys Targaryen, de “Game of Thrones”) es capturada a punto de abordar la nave con la que escaparían. El joven ladronzuelo lo único que deseaba era convertirse en piloto, por lo cual se alista como soldado del Imperio, pero luego de tres años, terminará desertando.
Y hasta aquí llego. Prometo no contar más. La película, que empezaron dirigiendo Chris Miller y Phil Lord y que terminó Ron Howard, es un filme de acción clásica que se nutre de los western, principalmente, con su persecución a un tren, las habilidades con las pistolas y los juegos de naipes. El veterano Lawrence Kasdan, experto en western y en la saga interplanetaria, firma el guión junto a su hijo Jon.
El filme es correcto en su narración y en las actuaciones. Entretiene pero no se trata de algo descollante. Comienza con muy buen ritmo y decae hacia el final. Pero no decepciona. Hasta insinúa una continuación. Veremos qué pasa. sferreira@abc.com.py