Gran triunfo final de Eligio Ayala

En esta inflexible interpretación de los hechos, Ricardo Caballero Aquino, autor del libro “La guerra civil de 1922”, que aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario, analiza la pésima estrategia rebelde y la reacción gubernamental que le dio la victoria ante los alzados.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2084

Cargando...

–Estigarribia, el héroe de Ka’i Puente, va al norte solo para ser madrugado por un simple abigeo y montonero, Plácido Jara, ¿cómo fue eso?

–Plácido hizo una brillante maniobra, digna de un Estigarribia. Mientras este esperaba el ataque por el único camino disponible cerca de un paso en Carayaó, Plácido hizo construir un puente precario con ramas y lianas y apareció en Arroyos y Esteros con sus 2.000 hombres, buena caballada, pero escaso armamento y nula munición. De ahí, tomar la desprotegida Asunción era solo un trámite.

–Llegaron a Asunción.

–Los demás rebeldes a cargo del coronel Mendoza ya entraron en Asunción y establecieron puesto de comando en la comisaría 3ª, en Azara y Estados Unidos. Jara y José Gill tomaron Belvedere, la Plaza Uruguaya, la Plaza Independencia, la iglesia de la Encarnación y la Intendencia Militar, en Chile y Amambay, así como establecieron cantones en el Mangrullo.

–Al Gobierno le quedaban las calles: Palma, Presidente Wilson y Buenos Aires hasta el puerto y nada más.

–Era el 9 de julio de 1923 cuando los rebeldes entraron a la capital y los combates se desarrollaron el 10. El Gobierno, a las 15:00 del 9, estaba abordando buques en el puerto con la tesorería y las armas para zarpar al norte y zafar la emergencia. El general Manlio Schenoni estaba en su despacho de la Escuela Militar, pero ya sin soldados para la defensa.

–¿Quién fue el hombre de la hora?

–Un veterano general, de los de “desfile” y orden cerrado según Bray, Patricio Lepatí Escobar. Ante el avance rebelde, figuras partidarias lo visitaron en su domicilio, en Cnel. Martínez e Independencia Nacional, y este reaccionó con hidalguía y marchó a pie al puerto, se entrevistó con el Presidente y pidió autoridad para organizar la defensa. Solicitó voluntarios y uno de los primeros fue el Presidente de la Cámara de Diputados, José P. Guggiari. Escobar repartió armas, nombró comandantes y arengó a las tropas.

–Si los rebeldes tenían tomada Asunción, ¿por qué no reaccionaron?

–La noche antes del 10, el comandante Francisco Brizuela cometió una tontería: envió a su artillería a Capiatá y él mismo fue a pernoctar allá. El otro problema grave era que los rebeldes eran montoneros rurales, peleadores de montes, abigeos y forajidos. Una vez tomada Asunción, no supieron qué más hacer y carecían de oficiales capaces de mostrar el camino. Así que fueron retrocediendo de cada uno de sus puestos hasta replegarse en la Plaza Uruguaya y de ahí en desbandada buscaron la costa argentina.

–Pero eran combatientes…

–Claro, no le fue fácil al Gobierno tomar la iniciativa. Primero el ubicuo dúo Condestable Brandan y Pacífico de Vargas procedió a disparar artillería desde el puerto al promontorio de La Encarnación, pero con la orden de no dañar el templo, cosa que milagrosamente cumplieron. En el último combate cayó herido de muerte el valiente capitán de Marina Fortunato Arias. En la Plaza Uruguaya el capitán rebelde Luis Lasclotas derrochaba coraje. El rol efímero pero valioso del general Escobar había cambiado el curso de la batalla. Era como decía Napoleón, que más de la mitad de sus resonantes victorias podían fácilmente haber sido derrotas.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...