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“Las obras de Carlos Rolandi que integran la muestra se mueven en una franja fronteriza entre lo abstracto y lo figurativo, una frontera hecha de grises y colores apagados, de texturas esponjosas y volátiles, pero densas y dramáticas como humo sucio”, según la presentación de la muestra.
Explica Rolandi que todos los cuadros comenzaron como paisajes figurativos y fueron sometidos a una progresiva y sistemática deformación, a un calculado deterioro. “En algunos todavía la vista alcanza a distinguir los contornos dudosos de algo que puede ser un tronco, un árbol, un arroyo, un bosque; en otros solo esa rara seguridad intuitiva de que allí, detrás de toda esa espesa vorágine humosa, hay algo que nuestros ojos, sin motivo aparente, se esfuerzan en identificar sin conseguirlo”.
“Evidentemente la técnica necesaria para sugerir al espectador que debería ver algo que no está viendo es de por sí de un gran mérito. Pero más impresionante aún es el riesgo de haberse propuesto reproducir en clave pictórica, mediante ese artificio, el descalabro medioambiental que padece nuestro mundo: tomar un bonito paisaje figurativo y convertirlo en un inquietante y desolador espacio ocupado por una caótica profusión de rastros y humaredas”, comentó el crítico Luis Carmona.
Carlos Rolandi nació en Quyquyhó. Estudió Artes Plásticas en la Universidad de París VIII, Francia. Desde 1983 realiza exposiciones individuales y colectivas.