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En ese contexto, el domingo 13 aparecerá con el ejemplar de nuestro diario.
Con este clásico de los libros paraguayos, se cierra la colección de homenaje a este gran autor compatriota, publicada por ABC Color y la editorial Servilibro.
En 1988 apareció la primera edición de este libro, tras haber ganado el Premio V Centenario, auspiciado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana, llevado a cabo para recordar los 500 años de la llegada de los españoles a nuestro continente.
Desde ese tiempo “En busca del hueso perdido” tuvo más de quince ediciones y continúa siendo requerido como fuente de estudio de la idiosincrasia de nuestro país. El título de la obra lleva un subtítulo, que es toda una declaración de principios: “Tratado de paraguayología”.
Esta obra consolidó a Helio Vera como uno de los principales escritores paraguayos, tras haber dado a conocer antes, en 1984, su estupenda primera obra: “Angola y otros cuentos”.
En el prólogo de la primera edición de “En busca del hueso perdido”, Ramiro Domínguez señalaba: “Ni tan apologeta, como Manuel Domínguez, ni tan negador, como Cecilio Báez. En Helio se da una extraña contemplación estética del tema-objetivo; más hacia la vena de un Cervantes, con irremediable amor y amplitud de miras”.
El propio Helio confesaba que había escrito este ensayo, que luego lo presentó en el concurso, “para divertirme”. Y por ello mismo añadía con gracia: “desautorizo al lector que busque el elevado signo de la sabiduría, de la penetración científica o de la solidez pedagógica en estas desordenadas páginas”.
Con “En busca del hueso perdido” Helio Vera instaló en la discusión cotidiana “esa ciencia siempre inexacta de la paraguayología”, que había sido “creada” años atrás por monseñor Saro Vera con obras tales como “El paraguayo, un hombre fuera de su mundo”.
Si con “Angola...” Helio dio la puntada inicial como un maestro del cuento y del relato corto, con “En busca del hueso perdido” enfiló hacia el gran ensayista que era capaz de llegar a la profundidad de las ideas apelando a un elemento que él utilizó en la justa medida y con una notable calidad: el humor.