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Fue en el cierre del ciclo “Música en los Palacios de Asunción” que se realizó en la Museo de Arte Sacro.
El perfil iluminado de la Villa Lina no pudo ser mejor escenario para el arte musical y la cultura en una cálida noche de verano que ya presagia el inicio de las fiestas de fin de año.
En la sede del Museo de Arte Sacro de la Fundación Nicolás Darío Latourrette Bo resonaron los instrumentos con algunas de las melodías más famosas de todos los tiempos, entre ellas: “El Mesías”, de G. Fr. Haendel e “In hoc mundo”, de Doménico Zípoli, motete para tenor, cuerdas y contínuo, bajo la dirección del maestro Diego Sánchez Haase.
El concierto se abrió con las palabras de bienvenida del anfitrión, el mecenas Nicolás Latourrette Bo, quien agradeció la masiva afluencia e interés del público e invitó a un brindis anticipado por la Navidad.
Más adelante el periodista Javier Yubi resaltó los rasgos históricos y el valor artístico y arquitectónico de la Villa Lina con la que se fue conformando la arquitectura monumental de la Asunción de principios del siglo XX. También destacó el valioso acervo del museo, ubicado en una de las colinas de la “madre de ciudades”.
El repertorio también incluyó “Comfort ye my people” con el recitativo del tenor José Mongelós y el “Concierto para arpa, cuerdas y contínuo”, a cargo del solista Alexander da Silva.
El momento más emotivo se dio con el ingreso del “fantasista del teclado”, el maestro Óscar Faella. Refirió que estuvo aquejado de un cáncer que lo alejó del escenario 8 meses y lo tuvo 18 días en coma. También recordó una anécdota con su nieto que le hizo salir del programa para interpretar dos versiones de una música de Madonna; la muy moderna que le hizo escuchar el niño y la versión clásica que él conoció en sus años de juventud.
Faella interpretó una obra de su autoría “Imposible”, para piano solo, y dijo que para él tenía mucho simbolismo, pues había pensado que sería imposible estar en este escenario tras la enfermedad. Luego interpretó “Tupãsy del campo”, de R. Vargas Colmán, para piano y orquesta.
Esta pieza ocasionó el delirio del público que le pidió un bis, al cual generosamente accedió.
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