El pasado reciente, en artículos reunidos

“Silbando en la oscuridad” es el título del volumen de la colección “Interrogando al pasado”, que Jorge Rubiani nos reservó para el domingo próximo 16. El libro reúne sus escritos publicados en ABC desde mediados de la década de los 90, hasta el año 2012.

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Estos artículos –y los de otros cronistas de la misma época– son la historia más reciente que tenemos. Y cuyos pormenores todavía resuenan en nuestros oídos porque ya se hicieron escuchar frente a los excesos que se repetían; o por acontecimientos de cuyas consecuencias ya sufrimos en el pasado. En todo este tiempo, dichos reclamos fueron como “silbar en la oscuridad”, sonido que extraemos desde nuestro interior, frente a la sensación de que nadie nos escucha. Que nadie está prestando atención a lo que decimos.

Para muestra, algunos ejemplos. En la década del 90, ante el lamentable listado de candidatos –de casi todos los partidos– el autor escribía:

“... La jefatura de clanes y grupos dio lugar después de mucha sangre derramada, a la autoridad constituida y consensuada por los ciudadanos. Es el gobierno. Son nuestros jefes y cualquiera que haya sido su origen, creencia religiosa o credo político, les debemos pleitesía, respeto y honor. A cambio, ellos deberán aplicarse a gobernarnos con capacidad, sabiduría, decencia y justicia. Para esto elegimos personas con atributos o virtudes superiores a los del ‘resto de la manada’. No por el ejercicio de cualquier picardía que los haga parecer inteligentes”.

También hay una referencia para los que creen que como ciudadanos pueden pensar o actuar de una manera; y ya como funcionarios o mandatarios, de otra: “Cuando se asume de ‘autoridad’, ya nada puede hacerse a título personal. Se llevará el cargo, la investidura y sobre todo, las responsabilidades inherentes, hasta las más recónditas intimidades. Nada nos eximirá de la obligación de ejercer la función pública –más que cualquier otra categoría privada– con dignidad, eficiencia y mesura”.

Y frente a la generalizada actitud de las autoridades para hacer “lo que el pueblo quiera”, Rubiani pone el acento en el hecho de que el Gobierno tiene la obligación “de concretar el progreso general, gracias a un sistema de representación en el que el colectivo delega su voluntad en individuos con capacidad de liderazgo. Que pueden anticipar los problemas o atenuarlos”.

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