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MONTEVIDEO (EFE). “Yo aprendí hace muchos años que la vida consiste en elegir entre indignos e indignados, y yo estoy siempre con los indignados”, dijo Galeano en una entrevista con Efe en 2013.
La definición que hizo de Galeano el líder izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas en México cuando ganó el premio Amalia Solórzano en 2012 es la de un “militante firme por las luchas de la soberanía nacional, la democracia y contra las dictaduras”, a lo que habría que añadir que amaba las revoluciones. Fue uno de los primeros en apoyar a los zapatistas en México y en mostrar su admiración por el comandante Marcos, las revueltas populares en Oriente Medio y el norte de África le parecieron un “fuego hermoso” y se mostró feliz con el movimiento de los indignados en España, que definió como una “pura vitamina de esperanza”, porque demostraba que “todo puede cambiar”.
Pero sobre todo respaldó la llegada de la izquierda a los Gobiernos de América Latina, un proceso de cambio que definió como “profundo”, “diverso” y “hermoso”, pero a la vez “bastante incomprensibles para el norte del mundo”.
Para Galeano, nacido en Montevideo el 3 de setiembre de 1940, el sistema que rige el mundo estaba “pidiendo a gritos ser cambiado” y debía ser reemplazado por otro que no estuviera “organizado en contra de la gente”.
Su horror a las dictaduras le llevó a dejar Uruguay en 1973, cuando se produjo el golpe cívico-militar, y tres años después debió abandonar Argentina, donde se había exiliado, por otro golpe.
Sin embargo, estaba convencido de que la dictadura más peligrosa y universal es “la de los amos de las finanzas”.
Su obra más conocida, “Las venas abiertas de América”, publicada por primera vez en 1971 y centrada en los abusos que los colonizadores cometieron contra los pueblos originarios de América y del saqueo de recursos que siguió, sigue vendiéndose más de 40 años después, por lo que sus editores la califican como un “long seller”.
Galeano fue también una persona amante de la buena vida y de la amistad. Le gustaba atender a quienes lo pedían en un café del centro de Montevideo, y entre sus amigos se contaban los cantautores españoles Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, que siempre que pasaban por Montevideo solían visitarle. También se llevaba bien con los puertorriqueños de Calle 13.