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El repertorio de Favio se basó en obras de Roland Dyens, tales como “Songe Capricorne”, “Tango en Skaï”, Libra Sonatine, y arreglos de este compositor para “Felicidade” y “La luna representa mi corazón”.
En un segmento invitó a Vito Krüger, un guitarrista que también posee un toque muy limpio y distinguido. Con su “hermano de la música” hizo “El ceibo y el kurupí”, “Pedacito de cielo”, “Galopa del sendero”, “Canción para ellas” y “Juego de niños”, haciendo sentir que había mucha conexión entre ellos.
Fueron bellos los momentos en que Favio compartió con su padre Antonio, quien puso su potente voz a “Che pykasumí”, “Te canto desde Asunción” y “Así canta mi patria”.
Favio es un intérprete emotivo, dueño de una ejecución pulcra y natural. En un momento él puede estar tocando algo con mucho ímpetu y al segundo estar flotando con delicadeza. El músico controla ese pase de energía con suma profesionalidad.
El instrumento en sus manos cobra vida y tiene mucha luz. Sus dedos confieren un toque especial a las cuerdas que suenan como voces cantantes. Sin dudas Favio Rodríguez es un nombre a tener en cuenta en la escena de la guitarra clásica paraguaya. victoria.martinez@abc.com.py