Cómo era el Paraguay en el siglo XVIII es tema de una publicación

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"La provincia del Paraguay, revolución y transformación 1680-1780", del doctor Ignacio Telesca, es el tercer libro componente de la colección La Gran Historia del Paraguay que El Lector prepara para su distribución a través de ABC Color, el próximo domingo, siempre al precio de 20.000 guaraníes.La colección es una iniciativa de El Lector a base de textos inéditos sobre temas de gran interés.

El periodo que le toca estudiar a Telesca es de enorme proyección para lo que luego sería nuestro país, por las transformaciones territoriales y poblacionales que sufrió entonces la provincia.

El propio Ignacio Telesca, en una amplia entrevista, revela detalles de su trabajo.  

–¿Cuáles fueron las transformaciones del Paraguay en el periodo que va de 1680 a 1780?   

–Fundamentalmente dos: transformaciones territoriales y transformaciones poblacionales. Por supuesto que esto afecta a todos los demás aspectos, a la economía y a la sociedad.

La Gran Provincia

–¿Por qué territoriales? ¿Cómo era el Paraguay antes?   

–El Paraguay había sido la gran provincia de Indias; sin embargo, a partir de principios del siglo XVII se había dividido en dos: la provincia del Río de la Plata y la del Paraguay. Pero no tenemos que olvidar que igual la provincia del Paraguay era grande, porque se extendía fundamentalmente hacia el este. Hacia el estado de Paraná en el hoy Brasil. Todo eso era Paraguay.   

–¿Qué pasó después?   

–Sabemos que desde el imperio portugués vinieron las bandeiras a buscar a la población indígena para llevarse esclavos. Esto obligó a las poblaciones que estaban en esos lugares a ir mudándose, hasta que finalmente la Villa Rica se relocaliza en donde hoy está actualmente. Esto pasaba a fines del siglo XVII.   

Territorio pequeño

–La provincia entonces era chiquita…   

–Tal cual. Desde Asunción, que era la capital de la provincia, solo se tenía control del territorio que iba desde el río Manduvirá, al norte, al río Tebicuary, al sur. Y esto es una forma de decir, porque de hecho, los pueblos más norteños eran los de Tobatí, Altos y Atyrá, que eran pueblos de indios.   

–¿Y más al norte?   

–Al norte del Manduvirá vivían los indígenas mbayás que luchaban para defender su territorio y atacaban continuamente las poblaciones provinciales…  

–No habrá sido fácil la vida en esos años…   

–¡Para nada! Y eso se puede leer claramente en las actas capitulares de la época. Los pobladores vivían con las pocas armas al hombro y no podían cultivar nada. La característica más resaltante de la provincia, que todos los informes señalan, es la gran pobreza.

Una región muy pobre

–¿Por qué tanta pobreza? ¿No estaban los yerbales?   

–Dos precisiones. Primero, Paraguay fue olvidado por las autoridades españolas. A Madrid le interesaban el oro y la plata, no la yerba mate; entonces nunca apostó por el Paraguay, nunca pagó a un ejército que defendiera las fronteras. Los provincianos del Paraguay tenían que defender a su costa el territorio. Es decir, tenían que pagarse la comida, las armas, todo, pero fundamentalmente tenían que dejar de trabajar en la chacra para ir a los puestos de frontera, que se llamaban presidios. Además, si bien se cosechaba la yerba mate y se la vendía por todo el continente, los que se beneficiaban de este comercio no era tanto los paraguayos como los comerciantes santafecinos o porteños. Ellos ponían el capital y luego vendían la yerba afuera.

El río Tebicuary

–Usted dijo que el límite sur de la provincia era el río Tebicuary…   

–De hecho así era, por más que las misiones jesuíticas que se encontraban entre el Tebicuary y el Paraná, a ambas márgenes del Paraná, pertenecieran al gobierno del Paraguay…  

–¿Entonces?   

–Pertenecían, pero no tenían ningún control sobre ellas; en especial sobre la mano de obra indígena. Los jesuitas eran los que mandaban ahí, se puede decir, y las autoridades no cortaban ni pinchaban.   

–Y por eso los problemas…   

–Exactamente, lo que estaba en disputa era quién controlaba la mano de obra de los indígenas. Los encomenderos querían que trabajasen para ellos…  

–Entonces se puede decir que los jesuitas protegieron a los indígenas de la explotación de los encomenderos…   

–Este es un tema muy discutido y complicado. Depende desde dónde uno se quiera parar. Sin lugar a dudas los encomenderos explotaban a los indígenas para sacarle la mayor cantidad de trabajo, pero los jesuitas también hacían trabajar a los indígenas. No con el régimen de explotación de los encomenderos, pero tampoco estaban de balde los indígenas en las misiones.

Pago de tributos

 –¿Entonces es cierto que los jesuitas se enriquecieron?   

–Tenemos que ir más despacio. Hay que aclarar que todos los indígenas tenían que pagar un tributo al rey, por ser indígenas, solo por eso. Algunos lo pagaban a través de su fuerza de trabajo al encomendero, pero los que estaban en las misiones jesuíticas también tenían que pagar este tributo. Por eso los jesuitas debían cosechar yerba mate, venderla y con el producto pagar el impuesto de los indígenas. Claro que también usaban el fruto del trabajo indígena para otros fines. Por ejemplo, las iglesias, los retablos, las imágenes, los instrumentos musicales, se hicieron no con dinero que venía de afuera, sino con el que se generaba en las mismas misiones.   

Mañana: Los jesuitas y la revolución comunera.
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