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Sam Worthington y Elizabeth Banks protagonizan un thriller de suspenso que no carece de emociones y tensión, pero que sí sufre de una falta de elementos que la eleven por encima de las películas “del montón” y la convierta en algo inolvidable; esto no la hace mala –porque no lo es–, pero hace que se sienta como una oportunidad perdida.
Los personajes están desarrollados con lo justo y necesario para que uno pueda preocuparse por lo que les pasa, y las situaciones no son particularmente inventivas, salvo por momentos muy bien logrados como uno que involucra cámaras de seguridad.
El filme tiene lugar en Nueva York, donde un hombre sube a la cornisa de un rascacielos y amenaza con lanzarse al vacío. Mientras la policía concentra sus esfuerzos en impedir el suicidio, un audaz robo está teniendo lugar cerca.
Con giros predecibles, aunque bien logrados, actuaciones satisfactorias y ciertos momentos de inspiración que acompañan a los defectos arriba mencionados, el filme no se quedará en el cerebro del espectador por mucho tiempo, pero es una experiencia divertida mientras dura, y bien vale un alquiler. (Kike Sosa).