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En Johannesburgo la policía ha contratado los servicios de una empresa que construye robots policías. El crimen ha mermado bastante con las nuevas máquinas de la ley. Su creador es un joven científico que motivado por el éxito ya está desarrollando un nuevo robot, que pueda expresar sentimientos. La empresa no está interesada en el nuevo invento, prefiere seguir con el prototipo obediente. Aun así, el joven científico decide utilizar un robot descompuesto para desarrollar su nueva obra. Es secuestrado por unos ladrones y el robot va a parar en un aguantadero. Los secuestradores quieren convertirlo en un aliado para sus atracos.
Paralelamente, uno de los funcionarios de la empresa ha desarrollado otra máquina de guerra, que es operada a través de un casco neuronal. Su intención es imponer su invento, cueste lo que cueste.
Esta historia es desarrollada con muchas situaciones ingenuas, casi de comedia, propia de producciones realizadas directamente para el relleno televisivo. Además, grandes actores están desaprovechados en papeles muy simplones. Pero Blomkamp busca otra cosa: el filme expresa cómo lo sensible y lo artístico se vuelve marginal en un mundo violento, a ambos lados de la ley. Increíblemente, operando lógicamente, un robot se vuelve más “humano” que los propios humanos.
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