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Uno de los capítulos estelares de la obra de la joven historiadora Anahí Soto se refiere a la era de don Carlos Antonio López.
El “Viejo López”, como era conocido, fue el primer Presidente de la República del Paraguay. Pese a que siguió la política de neutralidad adoptada por el Dr. Francia, López sacó al país del aislamiento en el que estaba e inició un proceso de modernización, que tenía como punto de partida la educación, la cual se volvió obligatoria y gratuita, lo que redujo considerablemente la tasa de analfabetismo.
En el lapso de los primeros diez años de gobierno, el presidente López se enfrentó a numerosos problemas de carácter internacional, con los países vecinos, especialmente con la Argentina, que bajo la dictadura de Juan Manuel de Rosas se negaba a admitir nuestra soberanía. El Brasil, por su parte, reconoció la Independencia paraguaya, pero mantuvo una política reservada durante este período.
Las mejoras técnicas fueron otro campo de interés para López. Se construyó la primera línea de ferrocarril y una línea de telégrafos. Además, se fomentó la industria –más allá de la textil y doméstica– naviera y la metalúrgica, siendo la fundición La Rosada, un verdadero avance para el país.
Durante el gobierno de Don Carlos A. López, la estatización de la propiedad iniciada por Francia fue aumentada. Los yerbales artificiales –abandonados desde 1767, por la expulsión de los jesuitas– se volvieron a explotar. Los arados de hierro fueron de gran importancia para la agricultura, y se importaban directamente de Europa.
La explotación ganadera se hallaba, en parte, en manos de particulares propietarios de tierras, pero era el Estado el gran poseedor de casi todas las propiedades de la República, de las grandes estancias de la patria. Se detectaron disminuciones de producción en años de sequía o pestes, pero fuera de esas excepciones la riqueza ganadera era destacada.
Otro aspecto que se buscó fomentar fue la migración. Francisco Solano López, durante su estadía en Europa, contactó con colonos franceses. Estos fundaron en el Chaco la Colonia de Nueva Burdeos. Aunque del número previsto de 800 personas, sólo llegaron 410, de los cuales apenas 86 eran agricultores. Las discrepancias entre el Gobierno y los colonos llevaron al fracaso al primer intento de colonización francesa en Paraguay.
La política económica del régimen lopista era un mercantilismo basado en la tierra y sus riquezas agropecuarias. Esto estimuló la modernización del país, ya que los adelantos técnicos incentivaron la producción y el crecimiento. Entre esos avances destacan: el ferrocarril, la marina mercante, el telégrafo, así como varias industrias.
El primer viaje del ferrocarril se realizó en 1861; partió de la plaza San Francisco –hoy Plaza Uruguaya– hasta el puerto de Asunción. La construcción empezó en 1856, con rieles y técnicos ingleses que además de aportar su conocimiento aportaron sus costumbres y cultura. En octubre de 1861, el ferrocarril conectaba la Estación Central con Trinidad. Luego se habilitaron los tramos y estaciones de Luque, Areguá, Patiño, Ypacaraí (Guazú Virá), Cerro León y Paraguarí.
En cuanto al desarrollo mercantil, se adquirieron un buque (el Tacuarí) y dos vapores (Río Blanco y el Río Negro) que surcaban la cuenca del Plata hasta los puertos del Brasil. Se montaron un arsenal y un astillero en la Loma San Gerónimo, donde se construyeron navíos, chatas, lanchones y otras pequeñas embarcaciones.