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De acuerdo con el autor de este apasionante libro, la época de Alejandro no derramó más sangre porque “el conquistador del mundo” (como fue conocido tras su muerte), inexplicablemente, rompió con la lejana tradición encarnizada de los tiranos que le precedieron en la deplorable historia del despojo y del sometimiento animal de pueblos y naciones, pues se mostró compasivo.
Era el magno soberano un enigma, aún irresuelto. Alejandro, en ciertas ocasiones en las que pudo matar a algunos de sus más frenéticos enemigos, sin siquiera tener que mover el dedo pulgar para ello, no lo hizo. Mostró un misterioso respeto por los caídos, fueran estos hombres, razas, países o Estados, especialmente si habían luchado con valor y nobleza contra él.
Se exhibió magnánimo. Acaso fuera esa magnificencia la natural generosidad del fuerte para con el débil. Un gesto que pueden albergar ciertos hombres, cualquiera sea su condición, y que verdaderamente se ha repetido en algunas ocasiones en los días antiguos e incluso en los modernos.
Siguiendo siempre a Borja Loma, en su adolescencia, irregular, contradictoria, fluctuante entre el delirio sangriento y el influjo de Aristóteles, acaso el más grande de los filósofos quien le movía a la circunspección y al dominio de sí mismo y quien fuera su tutor en la corte macedonia, Alejandro creyó ser descendiente directo de héroes griegos y troyanos, especialmente de Aquiles y de Heracles, a los que admiraba con fiebre.
El autor de todos los libros, Francisco de Borja Loma y Barrie, nació en Bilbao, Vizcaya, España, el 28 de mayo de 1957.