Antisemitismo de Nietzsche según Jorge Luis Borges

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La Colección Líderes del Pensamiento Universal presentará mañana "El anticristo", de Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más analizados de los últimos tiempos. Justamente, transcribimos a continuación partes de un largo artículo escrito por Jorge Luis Borges sobre el pensador alemán y su relación con el antisemitismo. Este artículo Borges lo había publicado en el diario La Nación, de Buenos Aires, el 11 de febrero de 1940, ya con el nazismo avanzando por gran parte de Europa en una guerra demencial.   

(…) El antisemitismo lo mueve (a Nietzsche) a las siguientes observaciones: "Encontrar un judío es un beneficio sobre todo cuando se vive entre alemanes.

Los judíos son un antídoto contra el nacionalismo, esa última enfermedad de la razón europea. En la insegura Europa son quizá la raza más fuerte: superan a todo el occidente de Europa por la duración de su proceso evolutivo.

Su organización presupone un devenir más rico, un número mayor de etapas que el de los otros pueblos. Como cualquier otro organismo, una raza solo puede crecer o perecer: el estancamiento es imposible.

Una raza que no ha perecido, es una raza que ha crecido incesantemente. La duración de su existencia indica la altura de su evolución: la raza más antigua debe ser también la más alta.

En la Europa contemporánea los judíos han alcanzado la forma suprema de la espiritualidad: la bufonada genial".   

(Sigue la cita de Nietzsche). "Con Offenbach, con Enrique Heine, la potencia de la cultura europea ha sido superada: las otras razas no tienen la posibilidad de ser ingeniosas de esa manera. En Europa son los judíos la raza más antigua y más pura. Por eso la belleza de la mujer judía es la más alta".   

Examinado con alguna imparcialidad, el párrafo anterior es muy vulnerable.

Su propósito es refutar (o molestar) al nacionalismo alemán; su forma es una afirmación y una hipérbole del nacionalismo judío.

Este nacionalismo es el más exorbitante de todos; pues la imposibilidad de invocar un país, un orden, una bandera, le impone un cesarismo intelectual que suele rebasar la verdad. El nazi niega la participación del judío en la cultura de Alemania; el judío, con injusticia igual, finge que la cultura de Alemania es cultura judía. Por lo demás, el pensamiento de Nietzsche debe haber sido más imparcial que sus afirmaciones; sospecha que se dirigía, in mente, a alemanes incrédulos e indignables.   

En otro lugar escribe proféticamente: "Los alemanes creen que la fuerza debe manifestarse por el rigor y por la crueldad. Les cuesta creer que puede haber fuerza en la serenidad y en la quietud. Creen que Beethoven es más fuerte que Goethe; en eso se equivocan".   

Este fragmento (de Nietzsche) no carece tal vez de actualidad y aun de futuridad: "Todos los verdaderos germanos emigraron; la Alemania actual es un puesto avanzado de los eslavos y prepara el camino para la rusificación de la Europa". Inútil agregar que esa doctrina puede congregar escasos prosélitos en la Alemania de hoy. El país está regido por germanistas que preconizan la anexión de ciertos vecinos porque son de raza germánica y de ciertos otros vecinos porque son de raza inferior. Esos peligrosos etnólogos afirman un predominio germánico en Escandinavia, en Inglaterra, en los Países Bajos, en Francia, en Lombardía y en Norteamérica: hipótesis que no les prohíbe atribuir a Alemania la exclusiva representación de esa ubicua raza".   
  
En otro lugar dice Nietzsche: "Bismarck es un eslavo. Basta mirar las caras de los alemanes: emigraron todos los que tenían sangre varonil, generosa; la lamentable población que no se movió, el pueblo de alma servil se mejoró después con alguna adición de sangre extranjera, principalmente eslava. La mejor sangre de Alemania es la sangre aldeana: por ejemplo, Lutero, Niebuhr, Bismarck".   

Movilizar contra Alemania el párrafo que acabo de trasladar sería una ligereza y una injusticia. Una de las capacidades geniales del intelectual alemán es la de no ser accesible a las supersticiones del patriotismo. En trance de ser injusto, prefiere serlo con su propio país. Nietzsche –no nos dejemos desviar por su nombre polaco– era muy alemán.   

Nietzsche poseyó una vertiginosa riqueza mental. Riqueza tanto más sorprendente si recordamos que en su casi totalidad versa sobre aquella materia en que los hombres se han mostrado más pobres y menos inventivos: la ética.
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