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Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establece la siguiente definición de esperanza de vida: “cantidad de años que un recién nacido puede esperar vivir si los patrones de mortalidad por edades imperantes en el momento de su nacimiento siguieran siendo los mismos a lo largo de toda su vida”.
En las últimas décadas, la esperanza de vida en Paraguay ha mostrado un crecimiento sostenido, reflejando mejoras en indicadores como la salud, educación y condiciones de vida. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la esperanza de vida al nacer para ambos sexos pasó de 62,65 años en 1950 a 73,4 años en 2020, con proyecciones que indican que alcanzará 79,58 años en 2050.
Esta tendencia positiva también es visible en la diferenciación por género: mientras que en 1950 los hombres tenían una esperanza de vida de 60,51 años y las mujeres de 64,72 años, para el 2050 se proyecta que alcanzarán los 76,32 años y 82,13 años, respectivamente.
El crecimiento de la esperanza de vida en Paraguay está relacionado con una combinación de factores socioeconómicos. La expansión del acceso a servicios de salud, en particular en zonas rurales, ha jugado un papel clave en la reducción de enfermedades prevenibles. Además, la mejora en la disponibilidad de agua potable y condiciones sanitarias ha reducido significativamente la incidencia de enfermedades infecciosas.
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Otro factor importante ha sido el crecimiento económico del país. En las últimas décadas, Paraguay ha experimentado un desarrollo sostenido, impulsado en gran medida por el sector agropecuario y el comercio. Esta estabilidad económica ha permitido mayores inversiones en educación y salud, dos pilares fundamentales para el bienestar de la población.
Sin embargo, persisten desigualdades que afectan a ciertos sectores de la población, lo que podría ralentizar la convergencia con países de mayor desarrollo.
Implicancias económicas en la esperanza de vida en Paraguay
El incremento en la esperanza de vida trae consigo una serie de desafíos económicos que requieren atención. Uno de los más relevantes es el impacto en el sistema de pensiones. Con una población que vive más tiempo, se vuelve necesario reformar los esquemas de jubilación para garantizar su sostenibilidad financiera. En este sentido, países con estructuras demográficas similares han optado por aumentar la edad de jubilación o fomentar esquemas de ahorro previsional privado.
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En el ámbito laboral, una población con mayor longevidad podría beneficiar la economía si se implementan políticas que fomenten la empleabilidad de adultos mayores. La capacitación y reentrenamiento de la fuerza laboral será clave para que la experiencia y conocimientos acumulados de los trabajadores mayores puedan seguir contribuyendo al crecimiento económico.
Asimismo, el sector salud enfrentará una mayor demanda de servicios, en especial en áreas vinculadas a enfermedades crónicas y cuidados geriátricos. Esto generará presiones sobre el gasto público y podría incentivar el crecimiento de la industria de servicios de salud privada. Una estrategia eficiente para mitigar estos costos es el fortalecimiento de programas de prevención y promoción de la salud, reduciendo así la carga de enfermedades en edades avanzadas.
Finalmente, el aumento en la esperanza de vida es un reflejo del progreso social y económico del país. No obstante, su impacto en el mercado laboral, las finanzas públicas y el sistema de salud requiere un análisis profundo y medidas políticas que garanticen la sostenibilidad del desarrollo a largo plazo.
*Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones.