El día en que Murray se cansó de ser segundón

Ser segundón ha dejado de ser una condición para el británico Andy Murray, que con la retirada del canadiense Milos Raonic en el Masters 1.000 de París Bercy ha roto su racha de 72 semanas mirando la espalda del serbio Novak Djokovic.

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En la década de los sesenta y mediados de los setenta, el ciclista francés Raymond Poulidor, conocido por el apodo de 'Pou Pou', vivió una circunstancia similar a la de Murray. Era el eterno segundo de las grandes pruebas, acabando en esta posición tres veces en el Tour de Francia, y cinco en tercer lugar.

La tragedia del ciclista de Mérignat fue que tuvo que competir con dos de los mejores de la historia en esta especialidad, el francés Jacques Anquetil y el belga Eddy Merckx, superiores a él.

Tampoco Murray lo ha tenido fácil, puesto que ha coincidido en tiempo con Djokovic, el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal, pero al final su constancia y su adaptabilidad a todo tipo de superficies le han dado fruto.

“Extraordinaria” ha sido el calificativo con el que Djokovic ha definido la temporada de Murray, tras caer ante el croata Marin Cilic, resultado que combinado con el abandono de Raonic acabará este lunes con la última racha de 122 semanas seguidas (223 en total desde el siete de julio de 2014) en las que el serbio ha liderado el escalafón mundial.

Siete títulos: Roma, Queen's, Wimbledon, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Pekín, Shanghai y Viena, forman el palmarés del tenista de Dunblane en lo que va de temporada, en la que ha alternado en su banquillo a Jamie Delgado e Ivan Lendl, sustitutos de Amelie Mauresmo.

La caída de Djokovic ha sido brutal. El serbio culminó un 2015 magistral, con 11 títulos, entre ellos tres Grand Slams: Abierto de Australia, Wimbledon y Abierto de EE.UU., además de ganar el Masters por cuarto año consecutivo, y una cifra espectacular de 82 victorias y seis derrotas.

“A día de hoy, Djokovic juega en una liga que no es la mía; yo voy poco a poco para intentar llegar ahí. Estoy en otra liga distinta”, llegó a reconocer Rafael Nadal sobre el dominio del serbio.

“Nole” inició la de este año con victoria en Doha y de nuevo en Melbourne, y títulos en los Masters 1.000 de Indian Wells, Miami y Madrid, para lograr luego uno de sus más ansiados objetivos, Roland Garros, el único grande que faltaba en su palmarés.

Pero llegó Wimbledon y en la tercera ronda se cruzó con el cañonero estadounidense Sam Querrey y su derrota le dejó tocado, no solo físicamente, sino también mentalmente, porque perdió su envidiada regularidad.

Reapareció en julio en Toronto con fuerza, ganando este Masters 1.000 sin ceder un set en los cinco partidos, y a continuación, su paso por los JJ.OO. de Río fue visto y no visto, guillotinado por el argentino Juan Martín del Potro en primera ronda. No obstante, se centró en el Abierto de EE.UU. donde alcanzó la final ante un inspirado Stan Wawrinka.

Su maltrecho codo derecho, algo que ocultaba al principio, era ya tema conocido en los vestuarios. Decidió no acudir a Pekín y cayó después ante el español Roberto Bautista Agut en las semifinales de Shanghai, y viajó a París sabiendo que podía ceder el trono.

Mientras, la prensa sensacionalista serbia dejaba caer que no solo su físico estaba resentido, sino que “Nole” tenía problemas personales, e incluso que la continuidad del alemán Boris Becker en su equipo, peligraba.

Murray ha sido más constante, y a sus 29 años y medio, después de acostumbrarse a la presión de la prensa británica y lidiar con la derrota en las grandes citas, ha alcanzado uno de los objetivos que todo tenista quiere recordar en su vejez. En su caso, será el primer británico en lograrlo y el jugador número 26 en la historia en ocupar el trono de la ATP.

No obstante, la distancia entre los dos será pequeña. Si Murray pierde en la final este domingo, aparecerá el lunes con solo cinco puntos de margen sobre Djokovic. Si gana el título comenzará su reinado con 405 de diferencia.

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