Con su nueva corona, que logró en la cuarta final que disputaba tras haber perdido en 2011, 2014 y 2015, Djokovic es el actual campeón de los cuatro grandes del circuito tenístico, Wimbledon y US Open, que ganó el año pasado, y el Abierto de Australia, en enero.
Con esta marca iguala al estadounidense Donald Budge (1938) y al australiano Rod Laver (1962, 1969), que consiguieron los cuatro grandes de manera consecutiva en la misma temporada, a diferencia del serbio, que los ha logrado en dos.
Ingresa también en el exclusivo club de las leyendas con los cuatro grandes en su carrera. Además de Budge y Laver; Fred Perry, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal.
Djokovic suma ya 12 torneos del mayor rango, superando a Laver y a Bjorn Borg (11), a sólo dos de Nadal (14) y cinco de Federer, récord absoluto con 17.
“Quizás es el momento más grande de mi carrera, el sol sale ahora después de diez días de lluvia”, dijo en francés nada más acabar.
En un escenario que se le había atragantado, Djokovic contó desde el primer momento con el apoyo casi unánime de la grada, después de que en los dos últimos años le hubiera visto derramar lágrimas cuando Nadal (2014) y Stan Wawrinka (2015) levantaron el trofeo.
Este domingo arrancó de manera impecable, rotura y juego en blanco con dos dejadas incluidas. A continuación se mostró inseguro con el servicio y propenso a los errores (13 faltas directas en la primera manga, 6 Murray).
Más consistente en los intercambios, sin temblar en su primera final en la Philippe Chatrier, el escocés enganchó cuatro juegos consecutivos y abrió la primera brecha que le sirvió para apuntarse el primer set.
Entonces ’Djoko’ parecía que podía sucumbir a los nervios, como le ha ocurrido en varios momentos durante esta quincena, enredándose con el árbitro en una larga discusión tras un saque de Murray.
Pero sin hacer nada extraordinario y aprovechando que el británico no fue capaz de jugar al mismo nivel que en el primer parcial, Djokovic se apuntó la segunda manga, en la que mantuvo su servicio y sumó tres roturas, exhibiendo su condición de mejor restador del circuito.
Fue la tónica del partido. Djokovic crecía y limitaba los errores, haciendo daño con el resto y ganando seguridad con el servicio, mientras Murray se atascaba sin encontrar soluciones.
El serbio, ya entonces puro equilibrio en ataque y defensa, voló en la segunda y en la tercera manga.
En la última Murray ya estaba contra las cuerdas (5-2 en contra) cuando volvió a dar guerra. Logró su primer break y fue capaz de confirmarlo. Estaba preparado para jugar el quinto set, como en las dos primeras rondas de este Roland Garros.
Pero Djokovic llevaba mucho tiempo esperando su momento. Remató la faena con su tercera bola de partido, convirtiéndose en el vencedor del torneo que más ediciones ha necesitado jugar para ganarlo (12).