Andy Murray, la cuarta pata del banco

LONDRES. Solo un hombre ha sido capaz de desbancar a Federer, Djokovic y Nadal del número uno. Solo un hombre rompió la sequía de 76 años sin un título de Grand Slam británico. Solo un tenista ha ganado dos oros olímpicos.

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Solo un hombre, Andy Murray, el sucesor de Fred Perry, anunció el punto final a su carrera.

A Murray, de 31 años, se le conoce por su resistencia, forjada desde que era tan solo un niño. Con 8 años vivió uno de los episodios más trágicos de la historia del Reino Unido en sus propias carnes y empezó a forjar un carácter de luchador, de fortaleza mental y de concienciación.

El 13 de marzo de 1996, Thomas Hamilton disparó en la localidad escocesa de Dunblane, de donde es natural Andy, a 16 niños y a un profesor en un colegio, asesinándolos a sangre fría. Después se suicidó. Andy y su hermano Jamie eran alumnos de ese colegio y se salvaron por no estar en ese momento en el gimnasio, lugar de la matanza.

El niño se transformó a pasos acelerados en un hombre y ya con una raqueta en la mano, veía cómo mientras sus rivales contemporáneos como Rafael Nadal, entrenaban con números uno del mundo, como Carlos Moyá, el pequeño Andy tenía que conformarse con Jamie, hoy en día uno de los mejores doblistas del mundo.

Gran Bretaña ansiaba un campeón que reverdeciese los éxitos de Fred Perry en los años treinta y que hiciese olvidar el 'coitus interruptus' que fue Tim Henman.

La madre de Andy, Judy, mandó al joven de 15 años a Barcelona a que se moldease en la tierra batida, superficie casi impracticable en el Reino Unido. A las órdenes de Emilio Sánchez Vicario se pulió el jugador reconocible por el gran público. El contraatacador que no da una bola por perdida, el luchador nato, el revés paralelo que ha causado estragos y el puño en alto que levantaría en 45 ocasiones, tantas como títulos consiguió en su carrera. Considerado un “perdedor” en sus inicios, Murray cayó en sus cuatro primeras finales de Grand Slam, desde 2008 hasta 2012, quedándose a una del récord de Fred Stolle, quien entregó cinco. La racha se rompió en el US Open de 2012, meses después de vencer a Roger Federer en el All England Club en los Juegos Olímpicos de Londres, donde también se hizo con la plata en la modalidad de dobles mixto.

Murray ya sabía lo que era perder una final de Wimbledon y necesitó de un año más, 2013, para vengar la figura de Perry y alzarse con la copa dorada 77 años después de que lo hiciera el ya fallecido Perry. Djokovic mandó un revés a la red y Murray, encogido por la emoción y el sufrimiento, dejó caer la raqueta al suelo, se quitó la gorra y con los brazos en alto jaleó a su palco. Una imagen para la historia, un fundido abrazo con 'Nole', las lágrimas de su madre en la grada, la impasibilidad de Ivan Lendl y él llorando sobre la hierba de la Catedral. Historia del tenis.

Otras tres derrotas en finales precedieron a su mejor año en la elite. Un 2016 en el que sumó nueve títulos, entre ellos su segundo Wimbledon y la Copa de Maestros, además del oro olímpico en Río de Janeiro. El último día del calendario ATP, firmó el número uno del mundo. Tocó el techo y cayó de la manera más injusta para un deportista. Lastrado por las malditas lesiones.

Tras ser eliminado en cuartos de final en Wimbledon 2017, Murray, que venía completando una campaña irregular, se vio envuelto en una espiral de lesiones. Trató de evitar la cirugía en su malograda cadera, pero no volvió a empuñar una raqueta en todo el año. El quirófano llegó a principios de 2018 y Murray no regresó a las pistas hasta el torneo de Queens, en junio, con derrota. Siete victorias en todo el año le llevaron a parar en agosto. Un retorno que nunca volvió a ser el esperado y que le han apartado de Djokovic, Nadal y Federer, que ocupan los tres primeros escalones del podio mundial, mientras que Murray está relegado al número 230.

Con los ojos cristalizados por las lágrimas, el escocés explicó que intentará decir adiós a catorce años de carrera en Wimbledon, su casa. 45 títulos, tres Grand Slam, 14 Masters 1.000, tres medallas olímpicas, una Copa Davis y 41 semanas como número uno del mundo. El legado que deja el chico de Dunblane explica una vida de superación y resistencia, que Andy Murray merecería acabar de otra forma que no fuese por las lesiones.

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