Keys, la tenista que aprendió de los 'fantasmas' para conseguir su sueño

Melbourne (Australia), 25 ene (EFE).- La estadounidense Madison Keys (19), campeona del Abierto de Australia tras imponerse en una apasionante final a la bielorrusa y vigente campeona Aryna Sabalenka, cumplió su sueño tras aprender de los 'fantasmas' que pulularon por su cabeza desde aquella dura derrota en su primera final de un Grand Slam, ante su compatriota Sloane Stephens en el US Open de 2017.

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Madison Keys se enamoró del tenis mirando por televisión los partidos de su compatriota Venus Williams en Wimbledon.

Durante su infancia, la pequeña Keys fue una gran admiradora de las hermanas Williams y dio el salto al circuito profesional el día que cumplió 14 años. Su nombre correría pronto como la pólvora como una de las jóvenes promesas con más futuro, tras convertirse en una de las tenistas más jóvenes en conseguir su primera victoria en el circuito WTA.

En 2014, a los 19 años, logró su primer título WTA, en el torneo celebrado sobre la hierba de Eastbourne, al superar en la final a la estrella alemana Angelique Kerber.

Confirmó su crecimiento vertiginoso con las semifinales registradas en el Abierto de Australia siendo una adolescente. En esa edición, la flamante campeona en Melbourne Park dejó por el camino a las campeonas de Wimbledon, la checa Petra Kvitova y su admirada Venus Williams. No pudo, sin embargo, imponerse a la menor de las Williams en semifinales.

También obtuvo unas meritorias semifinales en lo que fue su debut en unos Juegos Olímpicos, en Río de Janeiro en 2016. Tropezó frente a la germana Kerber y tampoco pudo lograr el triunfo en el partido por la medalla de bronce, frente a una Kvitova que se saldó la venganza de aquel episodio en Melbourne Park.

La americana ha ganado diez títulos en una carrera marcada por las constantes lesiones.

Antes de la gesta de este sábado, Keys contaba como título más preciado la corona en Cincinnati de 2019, la única de esta categoría.

Como ella mismo confesó en rueda de prensa, el recuerdo de la fatífica final perdida en el US Open de 2017 frente a su compatriota Sloane Stephens, la ha perseguido durante siete años. Aliviada, agregó que finalmente había encontrado una solución al asunto, la cual era el aliarse con los nervios en lugar de luchar contra ellos.

Volvió a sufrir un duro revés en el Abierto de Estados Unidos de 2017, tras desaprovechar una ventaja de 6-0. 5-4 y saque, ante la bielorrusa Aryna Sabalenka en los cuartos de final.

“Quería conseguir esto desde hacía muchísimo. Jugué una final y no fueron las cosas de mi lado. No sabía si regresaría a esta situación pero mi equipo confió en mí, así que quiero darles las gracias. Ellos creyeron en mí cuando yo no creía en mí misma”, comentó en la entrega de trofeos celebrada en la Rod Laver Arena.

Tras un tímido 2024, en el que consiguió tan sólo el título en Estrasburgo como consecuencia de las lesiones, Keys volvió a presentarse con fuerza como posible alternativa al título después de conseguir la corona en el torneo de Adelaida (Australia), a escasos días del arranque del 'major' oceánico.

El gran estado de forma que mostró en Adelaida, prosiguió en Melbourne, después de imponerse a la estadounidense Ann Li, la rumana Emilia-Gabriela Ruse, la estdounidense Danielle Collins (10), la kazaja Elena Rybakina (6), la ucraniana Elena Svitolina (28) y la polaca Iga Swiatek (2) en semifinales. Keys había logrado alcanzar nuevamente, y tras 25 participaciones en torneos 'slam', una nueva final.

Tendría enfrente el rival más duro posible en pista dura, la bielorrusa y primera clasificada mundial Aryna Sabalenka, que llegaba a la gran final con la posibilidad de convertirse en la primera jugadora desde la suiza Martina Hingis en 1999, en sumar tres coronas consecutivas en el Abierto de Australia. Llegaba tras sumar en semifinales su vigésima victoria consecutiva a orillas del río Yarra.

Sin embargo, Keys se impuso a todo esto y a los fantasmas que arrastraba del pasado, en forma de finales perdidas y lesiones, para lograr su sueño: conseguir un título de Grand Slam.

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