Por primera vez en la historia, el último torneo del año, el que reúne a los ocho mejores jugadores del circuito (10-17 noviembre), no tendrá un tenista que use el revés a una mano, un golpe histórico del deporte de raqueta pero cada vez en un mayor desuso, casi condenado a desaparecer en un tenis tan físico, tan potente, como el actual.
Ni el español Carlos Alcaraz, ni el italiano Jannik Sinner. Ni el alemán Alexander Zverev, ni el ruso Daniil Medvedev. Tampoco los Taylor Frtiz, Casper Ruud, Alex de Miñaur y Andre Rublev que completan la edición lo ponen en práctica. Todos a dos manos.
Curiosamente, los dos reservas emergen como una resistencia en este sentido, como los últimos bastiones de este golpe: el griego Stefanos Tsitsipas y el búlgaro Grigor Dimitrov.
En caso de que haya alguna baja, podrían ser llamados para sustituir y completar la fase de grupos. El búlgaro ganó el torneo en 2017 y el heleno llevaba 5 participaciones consecutivas, pero su décimo segundo puesto en el ránking final le dejó fuera.
Más abajo en el ránking, en el puesto 15, como posible impulsor de una recuperación, aparece el italiano Lorenzo Musetti, que forma parte también del selecto grupo de tenistas que usan el revés a una mano, herederos del suizo Roger Federer y del austríaco Dominic Thiem, ya retirados; y del suizo Stan Wawrinka y el francés Richard Gasquet, encarando la recta final de su carrera, muy alejados del nivel para poder competir por títulos.
En definitiva, el revés a una mano, ese golpe que dotó al tenis de una belleza estética superior, por el momento ya ha desaparecido del torneo que reúne a las ocho mejores raquetas del circuito, síntoma grave de una crisis que, en los próximos años, viendo que los jugadores más jóvenes apuestan por rubricarlo a dos manos, puede ser definitiva.