A sus 33 años, el número 1 mundial debería tener motivos para estar satisfecho: 17 Grand Slams desde que conquistó el Abierto de Australia 2008, está a sólo tres del récord del suizo Roger Federer, que tiene cinco años más que el serbio, 143 millones de dólares ganados en premios, una esposa, un hijo, una hija... Pero algo le falta y sufre por ello: el reconocimiento de un público amante del tenis que se divide en dos campos: los pro Federer y los pro Nadal.
Incluso el resto de jugadores está dividido respecto al serbio. Algunos consideran que le falta naturalidad, que sus gestos son forzados, como su teatral manera de homenajear a la estrella del básquetbol Kobe Bryant, fallecido en un accidente de helicóptero a finales de enero, en pleno Abierto de Australia. “Fue mi mentor, mi amigo y mi corazón se rompió al saber lo que le había pasado, a él y a su hija”, declaró Djokovic antes de echarse a llorar. En su uniforme lucía las iniciales K y B y los números 8 y 24, los que lució Bryant en Los Angeles Lakers, con un pequeño lazo rosa.
Sus métodos de preparación a veces también dan que hablar: un régimen sin gluten que se ha convertido en algo banal, también se habló mucho el año pasado durante el US Open por utilizar una cámara de oxígeno para facilitar su recuperación. Sin contar su extraño ‘coach’ mental que asegura purificar el agua con el pensamiento...
El fiasco del Adria Tour
En el plano tenístico, 2020 había comenzado muy bien, con un octavo título en Australia y una serie de 18 victorias consecutivas, pero en marzo llegó el parón en el circuito debido a la pandemia del nuevo coronavirus. Desde entonces, en los tres meses siguientes, su imagen ha sufrido un golpe. Y él ha contribuido a ello.
Para comenzar, fue criticado por infringir las reglas del confinamiento para continuar con sus entrenamientos en España, donde disponía de una inmensa villa con pista de tenis y después del confinamiento admitió haberse entrenado todos los días... al contrario que sus rivales.
En plena pandemia por el COVID-19, se reafirmó en su oposición a las vacunas. Su posicionamiento respecto a las condiciones de celebración del próximo US Open (del 31 de agosto al 13 de septiembre) tampoco fue bien recibido, al calificarlas de “extremas” e “imposibles”, especialmente porque se prevé un sólo acompañante por jugador, aunque posteriormente estas condiciones se han suavizado. Aunque es el presidente del Consejo de Jugadores, tampoco participó en una videoconferencia organizada por la ATP para discutir las condiciones de reanudación de la temporada y el nuevo calendario.
Y la frutilla de la tarta ha sido el fiasco del Adria Tour, un torneo de exhibición organizado como una gran fiesta del tenis en los Balcanes que ha acabado con Djokovic, Grigor Dimitrov, Borna Coric y Viktor Troicki dando positivo al COVID-19, mientras que Alexander Zverev, Andrey Rublev y Marin Cilic se han librado del contagio. Dominic Thiem abandonó el torneo antes para acudir a Niza y jugar una competición con otros tres miembros del Top 10: Stefanos Tsitsipas, Matteo Berrettini y David Goffin.
Gran determinación
Su conducta levanta dudas, su determinación no. A los siete años, el pequeño ‘Nole’ ya decía a la televisión serbia que quería ser número uno mundial.
En 2018, con un dolor persistente en un codo después de una operación, fue eliminado en cuartos de final de Roland Garros por el número 72 del ranking, Marco Cecchinato. Fuera del Top 20 por primera vez en 12 años, duda en acudir a Wimbledon, pero finalmente viaja a Londres y gana el título londinense por cuarta ocasión en su carrera, continuando con la victoria en el US Open y en Australia en 2019. También en 2019, Djokovic supera dos bolas de partido en la final contra Federer para lograr su quinto título en la hierba londinense.
Actualmente, ya no esconde sus dos grandes objetivos: el récord de Grand Slams y el de semanas como número uno del ranking ATP (suma 282, por las 286 de Pete Sampras y las 310 de Federer).