McEvoy quiere probar sus límites en el agua y en el espacio

SÍDNEY. El australiano Cameron McEvoy, el nadador más rápido del año en los 100 metros libres, quiere colgarse el oro olímpico en Río y “llevar más lejos las fronteras de los logros humanos”, tanto en el agua como en el espacio.

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McEvoy, de 22 años y estudiante de física, quiere ser astronauta, pero es en el agua donde causó sensación en abril durante los clasificatorios nacionales al realizar el mejor tiempo del año con 47.04 (100 m libre), superando a su competidor más cercano por casi un segundo.

Es también el tercer mejor tiempo de la historia por detrás del brasileño César Cielo y el francés Alain Bernard, que había nadado con uno de los trajes de poliuretano que ahora están prohibidos. El nadador acude a Brasil junto a una sólida escuadra australiana que también apunta al primer lugar del podio en Río: Cate Campbell, Mitch Larkin, Mack Horton así como los equipos de relevos van a intentar acabar con la supremacía estadounidense.

Si McEvoy gana su apuesta será el primer campeón olímpico australiano de los 100 metros libres en cerca de 50 años, tras la victoria de Michael Wenden en México 1968. “El profesor”, como lo llaman en su país, competirá en los 50 m libres y en tres pruebas de relevos, pero las mayores expectativas sobre él están puestas en la prueba reina de este deporte.

El deportista trabaja duro para realizar su sueño y nadar un día la distancia en 46 segundos, e incluso aunque no lo logre en Rio, sus progresos ya son increíbles. “Sin duda es una posibilidad en algún momento de mi carrera”, dijo en una entrevista con la AFP, pero “teniendo en cuenta la falta de tiempo será difícil mejorar entre las pruebas nacionales y Rio”.

No obstante, “si consigo mejorar será en cosas menores, es decir, la salida, los virajes, la posición del cuerpo en los últimos 10 ó 15 últimos metros, que podrían permitirme una progresión del 1%”. No quiere predecir su tiempo para los Juegos Olímpicos: “En general, la final de los 100 metros no se gana con el mejor tiempo del año en cuestión”.

Pero, está convencido de que puede “llevar más lejos las fronteras de los logros humanos en los 100 metros libres. Acaricio ese objetivo e intento progresar todo lo posible para demostrar a los nadadores que no se necesita un monstruo sobrehumano para hacer un tiempo como ese. Me gusta esa idea”.

McEvoy no se parece a los deportistas, con su gusto por la ciencia y su tendencia a compartir su interés por el universo con el resto de la gente.

Este joven australiano siempre ha querido ser astronauta, pero sabe que su futuro podría ser más terrestre. “Dije que quería ser astronauta si se presentaba la ocasión, pero dado que soy australiano no creo que se presente”, reconoció.

“Mucha gente tiene un sueño, pero a mí me gustaría hacer muchas más cosas en mi vida”, dice. “Quiero seguir el camino de la investigación, aprender física e intentar tender puentes entre la ciencia y el público”, dijo.

La universidad de Swinburne de Melbourne ya lo ha invitado a ser miembro de un consejo consultivo del nuevo centro de excelencia para el descubrimiento de las ondas gravitacionales. “Va con lo que quiero hacer”, dice McEvoy, que añade que quiere “ir a las escuelas, intentar hacer que la ciencia entre en las escuelas australianas y hablar de astrofísica, de cosmología, de espacio y de ondas gravitacionales”.

“Quiero mostrar a los niños que no están obligados a limitarse al camino del deporte o al universitario, que se pueden hacer las dos cosas”, afirma.

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