No vinieron a Sochi a admirar el paisaje montañoso, logran preseas de todos los colores en disciplinas de gran exigencia física y ante rivales más jóvenes.
El esquiador estadounidense Bode Miller (36 años) se hizo con el bronce en el supergigante, igual que el patinador holandés de velocidad Bob de Jong (37) en los 10.000 metros, mientras que el ruso Albert Demchenko (42), se hizo con dos platas en el luge de Sochi.
Capítulo aparte merece el biatleta noruego de 40 años Ole Einar Bjoerndalen, que destrozó el libro de los récords el miércoles, cuando se convirtió en el deportista más laureado de la historia de los Juegos Olímpicos de Invierno con 13 medallas, incluidos 8 oros.
“Significa que soy viejo”, respondió Miller cuando le preguntaron que sentía al unirse al panteón de grandes esquiadores alpinos junto al austriaco Hermann Maier y el noruego Kjetil Andre Aamodt, también ganadores de varias preseas en el supergigante olímpico.
El piloto del bobsleigh jamaicano Winston Watts, de 46, triplica la edad de la patinadora rusa Julia Lipnitskaia que tiene solo 15 años pero todavía desprende entusiasmo pese a estar muy lejos del podio en Sochi.
Pero incluso Watts, que participa en sus cuartos juegos, siente el peso del tiempo sobre sus hombros y está preparado para dar el relevo a la próxima generación. Se describe a si mismo como “tan viejo como la tierra”.
“Nuestro principal objetivo para los próximos juegos es tener nuevos pilotos, involucrar a los atletas jóvenes para que busquen el sueño de estar en Corea en 2018”, afirmó el jamaicano, que acabó penúltimo en la prueba de bobsleigh a dos junto con su frenador Marvin Dixon (29).
“Todavía seguiré un año o dos más y, después, dejaré paso para que los jóvenes puedan continuar mi legado”, añadió Watts.
El jugador de hockey sobre hielo finlandés Teemu Selanne, que anotó un gol en los cuartos de final en los que su selección eliminó a la anfitriona (3-1), volvió a Rusia 25 años después de competir por primera vez allí.
El veterano jugador de la NHL debutó en unos Juegos Olímpicos en Albertville en 1992 y ya ha disputado seis ediciones.
“Tengo 43 años y juego al mismo nivel que chavales de 19 y veintipico”, afirmó Selanne. “Es bueno, obviamente son solo números, mentalmente tenemos la misma edad”, añadió.
“Saber que van a ser mis últimos juegos es bueno, puedes disfrutarlo más. Ves las cosas de manera diferente y te preocupas solo en disfrutar”, añadió Selanne.
Parece que los finlandeses tienen el secreto de la eterna juventud, al menos en el hielo, ya que su compatriota de 40 y madre de tres hijos Hanna-Riikka Valila volvió a competir el año pasado tras una década de ausencia y fue convocada con Finlandia.
“Al principio no estaba segura de querer volver. Después de todo, soy bastante mayor como para ser la madre de muchas de mis compañeras”, afirmó la deportista.
El ruso Demchenko esperaba competir en Sochi con su hija adolescente y no hizo comentarios sobre su futuro en el luge.
Otro ilustre veterano, el saltador japonés y medalla de plata Noriaki Kasai (41), no muestra ninguna intención de retirarse.
“Estar en los Juegos Olímpicos significa estar entre los mejores del mundo y me hace continuar, me siento como si tuviera 32”, aseguró el japonés.
En el caso de Bjoerndalen, la edad parece un simple número más. Pero ¿fue un factor en su cuarto puesto en la meta de los 12,5 kilómetros de persecución de la semana pasada?
Aparentemente no. “Cuando gané el oro dos días antes la edad no era un problema”, sentenció el atleta con más medallas en la historia de los Juegos de Invierno.