Curiosidades que dejó Río

Un estadio olímpico sin la llama, la futbolización de las tribunas, una piscina con agua turbia y un nadador que no estaba físicamente capacitado para competir fueron algunos de las curiosidades que dejó Río 2016, que concluyó ayer.

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Estas son:

A diferencia de otros Juegos, y en un hecho que dio que hablar, los de Río de Janeiro no vieron flamear la llama olímpica en su Estadio Olímpico, ese en el que Usain Bolt se inmortalizó como el hombre más veloz de todos los tiempos al conseguir su tercer triplete al hilo en los 100, 200 y 4x100m.

Lo cierto es que la llama olímpica la encendió la noche del viernes 5 de agosto el maratonista Vanderlei Cordeiro de Lima en el estadio Maracaná, el templo del fútbol brasileño, donde se celebró la ceremonia inaugural. Esa misma noche y tras finalizar la fiesta en el Maracaná, la llama fue ’trasladada’ a un pebetero ubicado en el Bulevar Olímpico, en el centro de la ciudad, frente a la tradicional iglesia de la Candelaria.

El inusual destino de la llama -tradicionalmente arde dentro del principal estadio olímpico- ayudó a ablandar el corazón de la ciudad hacia los Juegos. “Esta llama es para la gente. Es genial para gente común que no puede comprarse ingresos o pagarse el transporte. Pueden venir aquí fácilmente”, dijo Aline Motta, una ingeniera química de 48 años.

La futbolización en las tribunas de algunos deportes que no estaban acostumbrados a ver esos desbordes de pasión por una enseña fue uno de los hechos más comentados de los Juegos. La tradicional rivalidad futbolera entre argentinos y brasileños se trasladó a otros deportes, algunos en los que el silencio de los espectadores forma parte importante del espectáculo.

Uno de esos casos es el tenis, donde el comportamiento al más estilo barrabrava del público fue notorio. El partido que enfrentó al argentino Juan Martín del Potro contra el portugués Joao Sousa fue interrumpido durante unos minutos por enfrentamientos en las gradas entre algunos hinchas albicelestes con seguidores brasileños.

Cada vez que algún aficionado argentino lanzaba un grito de aliento a su compatriota, los cariocas respondían con pitos y abucheos. Pero las cosas fueron a mayores al inicio del tercer juego del primer set, cuando un grupo de argentinos se enzarzó a golpes con unos brasileños que les recriminaban sus gritos de apoyo a Del Potro. El incidente acabó con la intervención de la Fuerza Nacional, que acabó llevándose a los argentinos, despedidos por toda las tribunas al grito de “expulsión, expulsión”.

El momento más ríspido de este comportamiento futbolero, lejos del espíritu olímpico, llegó en el atletismo, con el fancés Renaud Lavillenie. Lavillenie fue duramente abucheado el martes cuando recibió la medalla de plata que ganó en el salto con garrocha, al igual que el lunes cuando compitió en esa prueba en la que fue vencido por el brasileño Thiago Braz.

“Creo que la última vez que se vio esto fue cuando Jesse Owens corrió en 1936 (...) Joroba tener un público así en los Juegos Olímpicos”, dijo el francés después de la final en los micrófonos de Canal Plus. En la rueda de prensa posterior, se excusó sin embargo por estas palabras, que aludían a los juegos de Hitler, que no volvió a pronunciar.

“El momento en que quieres entrenar y la piscina está cerrada y la instalación huele como si alguien se hubiera tirado un pedo”. Así describió el alemán Stephan Feck en Facebook el olor que había en la piscina de los clavados en los Juegos de Río 2016. La piscina en el Complejo Maria Lenk le produjo a los organizadores uno de los dolores de cabeza más grandes.

El agua apareció un día verde y turbia debido a la falta de algunos productos químicos que provocó que el PH del agua saliera de sus niveles normales. “Aprendimos que la química no es ciencia exacta. Ha tomado más tiempo de lo previsto. Cancelamos la sesión porque necesitábamos el agua tranquila para poder limpiarla”, explicó el director de Comunicaciones de Rio 2016, Mario Andrada.

Pero pese al color desagradable del agua y al mal olor que hubo en determinado momento, los atletas no dejaron de lanzarse al agua y tampoco se mostraron muy preocupados. “Saliendo de la piscina, hay que tomar una buena ducha” y problema solucionado, dijeron varios deportistas.

El nadador etíope Robel Hapte también será recordado en la piscina de los Juegos de Río 2016 pero no por haberle hecho sombra a Michael Phelps o a Katie Ledecky. Hapte, visiblemente pasado de peso, de ahí su apodo de ’Robel la ballena’, participó en las eliminatorias de 100 metros libres y fue la encarnación perfecta de la máxima olímpica sobre que “lo importante no es ganar, sino participar”.

El etíope, de 1,79m y 81 kg, llegó a duras penas al final de su distancia, con un tiempo de un minuto, cuatro segundos y 95 centésimas, muy lejos de los 48.58 segundos necesarios para una clasificación a la siguiente ronda. Y si bien para el resto del mundo ’Robel la ballena’ fue visto con simpatía, en Etiopía su actuación no fue recibida precisamente con una sonrisa divertida.

Muchos recordaron que Robel Habte es hijo de Kiros Habte, el presidente de la Federación Etíope de Natación, disparando las especulaciones sobre la cuestión de que pudo beneficiarse de ese parentesco para lograr estar en Río 2016. Lo cierto es que Robel se dio el gusto, se hizo conocido a nivel mundial y logró salir con vida de su odisea, llegar al borde de la piscina.

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