Y a 100 días de que se encienda la llama olímpica en el Maracaná, las cuentas ya no le cuadran a Brasil.
A bordo de un país que maravillaba al mundo con su despegue económico, el Comité Olímpico Brasileño (COB) apostó sin miedo, en la resaca de aquella tarde histórica de 2009 que le dio a la ’cidade maravilhosa’ la sede de los Juegos.
El objetivo sería duplicar las 15 preseas traídas de Pekín, la llave necesaria para cerrar sus Juegos Olímpicos entre las 10 primeras naciones de la clasificación general de medallas (no del ranking de oros) por primera vez en la historia.
Pero los años han tratado muy mal a Brasil.
Mientras el país contiene la respiración ante el caos político, la última mala noticia llegó desde el agua.
“Disculpa papá, disculpa mamá. Esta vez no pudo ser”, dijo Cielo con la voz rota tras no conseguir la marca para competir en su prueba predilecta, los 50 m libres.
La misma en la que hace ocho años logró un oro histórico en Pekín, y de la que aún posee el récord mundial. Símbolo de la generación de deportistas que comenzó a reclamar la atención de los brasileños fuera de los gramados, Cielo también se llevó de China el bronce en los 100 m libres, mientras que en Londres 2012 fue tercero en los 50.
Hace meses, sin embargo, que el sprint final hacia Rio se le ha hecho interminable a Brasil.
Tras regresar de Londres con el récord de 17 podios, el gobierno invirtió 1.000 millones de reales (unos 283 millones de dólares actuales) adicionales en la preparación de los atletas para sus primeros Juegos en casa. Aunque el despegue se estancó en 2015, cuando el país organizador cerró el año previo a la gran cita con 16 medallas en campeonatos mundiales, las mismas que había conquistado en el último tramo de su camino hacia Londres.
Nadie esperaba, además, que el voleibol y el judo, las dos disciplinas sobre las que Brasil construyó su proyecto olímpico y que más veces la han subido al podio, flaquearan tan cerca de la línea de salida del 5 de agosto.
Tanto que el COB reconoció en febrero que había encendido la luz de alarma y, calculadora en mano, cifró entre 23 y 28 medallas el precio de ingreso al deseado top 10.
“Es una meta dura, pero dentro de la realidad del deporte brasileño”, aseguró a la AFP Marcus Vinicius Freire, director de Deportes del COB. “En los últimos tres años, Brasil alcanzó los primeros puestos en 15 modalidades, cumpliendo nuestros objetivos”, añadió.
Mucho menos efusivo había sido poco antes el presidente del Comité, Carlos Arthur Nuzman, al afirmar que “el resultado final no es una cuestión de vida o muerte”.
El duro golpe de Cielo no hunde, sin embargo, el impactante despertar de la natación brasileña. Gran triunfador del Mundial de piscina corta de 2014, el país sede se lanzará al agua con las bazas de Thiago Pereira -plata en Londres-, Bruno Fratus y la prometedora Etiene Medeiros.
Y a pesar de los últimos tropiezos, en la lista de esperanzas locales no pueden faltar el voleibol -oro femenino y plata masculina en Londres-, el vóley playa -plata y bronce- y el judo, que con cuatro medallas fue la disciplina más prolífica en los últimos Juegos.
“Durante el ciclo olímpico subimos al podio por primera vez en los mundiales de deportes como el balonmano, natación en aguas abiertas, lucha y piragüismo”, subrayó Freire.
Oro con las anillas en 2012, el gimnasta Arthur Zanetti es uno de los grandes candidatos a la gloria en Rio, junto a la pertiguista Fabiana Murer (excampeona Mundial), el nuevo monarca del canotaje Isaquias Queiroz y el veterano Robert Scheidt, mayor medallista nacional con cinco preseas en vela.
Pero en Brasil no hay fiesta deportiva que no termine en el arco. Con muchas deudas que saldar, la ’canarinha’ jugará en casa por el oro olímpico, el único gran título que le falta en un palmarés envidiable.
A un jovencísimo Neymar ya se le escapó en Londres, cuando la ’Seleçao’ cayó ante México en la final. Convertido ahora en un astro mundial, el delantero del Barcelona liderará la carrera del deporte que todo el país respira por salir de las tinieblas.
Con las heridas de la humillación del Mundial 2014 aún abiertas, el fútbol le brinda una segunda oportunidad a Brasil de festejar un título inédito en el mismo Maracaná que se quedó esperándole hace dos años.
Un tren que puede demorar otro siglo en volver a pasar.