El caso Pistorius

PRETORIA. La madrugada del 14 de febrero de 2013 el diario Beeld adelantaba la información en Twitter: “Oscar Pistorius mata a su novia a tiros en su casa pensando que era un ladrón”, y la noticia saltó a los medios de todo el mundo.

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Casi con la misma celeridad, los carteles publicitarios con su imagen desaparecían de las calles de Johannesburgo presagiando la caída en desgracia de este icono global de la superación, el primer atleta con piernas ortopédicas que había logrado participar en unos Juegos Olímpicos.

Ya acusado por la Fiscalía del asesinato de Reeva Steenkamp, Pistorius compareció el 19 de febrero ante un Tribunal de la Magistratura de Pretoria desbordado por la expectación para pedir la libertad bajo fianza, algo que consiguió cuatro días después.

Las cartas para el juicio quedaron al descubierto en aquella sala atestada, donde también se establecieron los hechos que nadie pondría en duda: Pistorius mató a Steenkamp de cuatro disparos a través de la puerta cerrada del baño de su vivienda en la capital de Sudáfrica.

El fiscal Gerrie Nel sostendría que el corredor mató a la modelo de forma premeditada después de una discusión; Pistorius se defendería diciendo que nunca quiso matarla y que le disparó mientras era presa del pánico al confundirla con un ladrón.

El 3 de marzo de 2014 el juicio comenzó en el Tribunal Superior de Pretoria. A falta de pruebas contundentes de la supuesta pelea, el carácter de Pistorius fue el centro de atención durante los más de seis meses de juicio.

La defensa presentó a un joven cariñoso y enamorado, traumatizado por la muerte de su madre y obsesionado con su seguridad ante los robos violentos habituales en Sudáfrica.

Pistorius tiene las dos piernas amputadas por un problema genético desde los once meses, e hizo profesión en el atletismo corriendo sobre dos prótesis de carbono.

Alcanzó la cima de su éxito en los Juegos de Londres de 2012, al convertirse en el primer atleta de la historia con las dos piernas amputadas en competir en unas Olimpiadas.

Por primera vez en su vida, en la que siempre luchó por ser tratado como uno más, el sudafricano apeló a sus limitaciones físicas para pedir comprensión.

Por su parte, el fiscal pintó el retrato de una persona agresiva, un novio posesivo y narcisista que se negaba a asumir la responsabilidad de sus actos y era propenso a los ataques de ira.

La familia y los seguidores del atleta criticaron el ensañamiento del fiscal con el acusado, ante quien Nel proyectó una foto del rostro sin vida de Steenkamp.

Para convencer a la jueza se leyeron conversaciones de Whatsapp, testificaron amigos y una exnovia del deportista. El propio Pistorius subió al estrado en una declaración dramática que tuvo que interrumpir repetidamente al echarse a llorar.

El proceso, televisado en directo, se convirtió en un “reality show” en el que se exhibieron sus intimidades más difíciles de confesar.

La magistrada aceptó la versión de Pistorius y le condenó a cinco años de cárcel por homicidio al entender que no tuvo intención de matar y que tampoco sabía quien había tras la puerta a la que disparó.

El 21 de octubre de 2014 el velocista ingresó en la sección hospitalaria de la prisión Kgosi Mampuru II de Pretoria, donde pasaría un año antes de salir por buen comportamiento para seguir cumpliendo condena en arresto domiciliario en la mansión de su tío Arnold en la capital sudafricana.

Pero poco más de un mes después, en diciembre de 2015, Pistorius recibió su peor mazazo.

El Tribunal Supremo de Apelación anuló el veredicto de homicidio y le declaró culpable de asesinato al considerar que sí tuvo intención de matar a la persona que se encontraba en el baño, independientemente de si creía que era su novia o un intruso.

De esta forma, el caso volvió al Tribunal Superior de Pretoria, donde hace tres semanas la defensa solicitó que la pena a Pistorius le fuera conmutada por trabajos sociales, esgrimiendo como argumentos su minusvalía y la supuesta depresión que sufre el deportista.

El fiscal pidió para un mínimo de 15 años de prisión, tal y como prevé la ley sudafricana para el delito de asesinato, pero la jueza Misipa entiende que el acusado es una persona “no violenta” que ha demostrado verdadero arrepentimiento, por lo que ha limitado la condena a seis años de cárcel.

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