Aunque haya arena en el camino

Michelle rompe en llanto y la frustración es grande. Piensa en alejarse un poco, quizás en retirarse, quizás en no volver. No hay palabra que le alcance, no hay consuelo, no hay abrazo que la contenga. Muchos dirán que estos sentimientos son exagerados en el deporte, que hay cosas más importantes. Pero vaya uno a explicarle eso al deportista en el momento de la derrota más dolorosa.

Michelle Valiente (26 años) y Giuliana Poletti (23) están para hacer historia en París 2024.
Michelle Valiente (26 años) y Giuliana Poletti (23) están para hacer historia en París 2024.

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PARÍS, Francia. Jorge Vera (Especial). Es 14 de octubre del 2022. Acaba de ocurrir lo que sucede cuando la presión supera a la mente y cuando enfrente hay un rival durísimo con ganas de llevarse todo. Las favoritas -por experiencia principalmente- Michelle Valiente y Erika Mongelós, acaban de ser eliminadas de los Juegos ODESUR de Asunción en cuartos de final. Del otro lado hay felicidad contenida. Un poco por respeto, un poco por cariño y otro poco porque, cuando termina el partido, entre las naturales expresiones de alegría, nace esa sensación de “hubiésemos querido eliminar a otras, no justo a ellas”. La dupla más joven triunfó y pasó a semis, donde volvería a ganar para llegar a la final y asegurar medalla. En la dupla joven están Laura Ovelar y, a su lado, Giuliana Poletti.

Una de las tareas más difíciles la tiene el entrenador de las cuatro que integran la selección nacional de vóley de playa: Francismar Garrido, que no puede estar ni muy feliz por unas, ni muy triste por las otras. Garrido jugó este deporte hasta los 40 años y, en toda su carrera, como todo deportista -especialmente sudamericano- ha sentido más de una vez el deseo de retirarse. A veces por motivos válidos, como sentir la difícil misión de ser deportista profesional en Sudamérica, y a veces por motivos que no precisamente son los correctos, como la decepción de una derrota.

Giuli y su abuelo que falleció en mayo.
Giuli y su abuelo que falleció en mayo.

“Es importante ponerse más de un objetivo siempre, porque si falla el primero, hay un segundo por el cual luchar”, nos dice el coach mientras aguarda paciente el debut ante Canadá en la tranquilidad nocturna de la Villa Olímpica. Y si bien a Michelle, con una lesión de hombro incluida, ya le había afectado mucho no lograr la clasificación a Tokio, el sueño de París era aún más grande. Volvió, entrenó, se hizo fuerte. Y al término del Panamericano 2023, Garrido tomó la decisión de juntarlas e ir por todo. Quienes hace unos meses estaban en los polos opuestos de los sentimientos más genuinos del deporte, como son la tristeza de la derrota y la felicidad de la victoria, se disponían a empujar juntas y a caminar parejo a pesar de la arena.

Los resultados llegaron, el temor de si encajaban o no desapareció, y lo diferentes que son fuera de la cancha, lo tienen de parecido dentro. Ambas son extremadamente metódicas y responsables. Llegan antes de la hora pactada, realizan sus rutinas de prevención de lesiones y entrada en calor… y son muy atléticas. Sus historias se asemejan en algunas cosas. Resaltaron pronto en un deporte poco común en Paraguay. En la época de los 2000, varias jugadoras de vóley comenzaron a viajar y representar al país en su formato playa. Una de ellas: la histórica Carmen Irala. Pero siempre llega una generación que hace click y da el puntapié a algo grande, sin precisamente saber que lo están haciendo.

Yghirda Sanabria y Sonia Riquelme lograron una medalla de bronce en el circuito sudamericano del 2007. Olvídense de entrenadores, mucho menos de doctores o psicólogos. A puro pulmón. No hay muchos registros en un país que mayoritariamente desprecia -al menos en el ámbito que me toca, el deportivo- la importancia del archivo y la historia. Pero según varias fuentes e investigaciones propias, aquella fue la primera medalla internacional en el vóley de playa femenino. La misma Sanabria repitió el bronce, esta vez junto a Patricia Caballero en Bucaramanga 2010. Y nuevamente esa dupla Caballero-Sanabria conquistó la de plata en los primeros Juegos Bolivarianos de Perú 2012. Honor a aquellas quienes forjaron este presente.

En aquel citado evento del 2012 ocurrió algo más. No solamente Sanabria y Caballero fueron noticia. La dupla paraguaya más joven había alcanzado la semifinal. Neile Sanabria y una tal Michelle Valiente pusieron en aprietos a la dupla venezolana que a la postre se quedaría con la de oro. Michelle tenía 14 años y demostró un nivel que prometía y que asombró a propios y extraños. Giuliana era una nena multideportista. Hacía bien todo. Físico privilegiado y condiciones atléticas por naturaleza. Fue campeona sudamericana de handball escolar en el 2014, y en el verano del 2015 comenzó a practicar vóley de playa en la escuela que fundó el profe de su colegio, Gino Lombardo. A los seis meses la llevaron a disputar un sudamericano interescolar, donde tuvo la oportunidad de jugar una semifinal ante nada menos que Duda, una crack brasileña, bicampeona mundial e integrante del equipo brasileño en Tokio 2020 y París 2024. A partir de allí, la suerte estaba echada. Dejó los otros deportes y se dedicó a la arena con una enorme determinación, pero a la vez, con la misma paciencia que le tiene a Giovanna, su hermana menor. “Giuli es la persona más empática que conozco”, nos dice Giova mientras denota en su tono de voz una admiración gigantesca por su compinche.

Michelle y su primera medalla en la contratapa de ABC.
Michelle y su primera medalla en la contratapa de ABC.

Las familias Valiente-Amarilla y Poletti-Corrales tienen sus corazones acelerados. Y no es para menos. El debut olímpico, de por sí, es un logro histórico sin igual en esta disciplina. Pero los nervios se acrecientan ante la magnitud de los rivales. Toca Canadá primero, Letonia segundo y Suiza tercero. Canadá es la más dura. Top 3 del mundo y candidatas a las medallas. Letonia es top 10, con una dupla que juega todo el circuito mundial y que ha logrado el cuarto puesto en Tokio 2020. Suiza está número 13 en el ranking del mundo, aunque sufre de inestabilidad. A veces juegan una maravilla y son incontenibles, pero también se descarrilan muy seguido. ¿Difícil? Difícil. Muy difícil. Pero hay algo que también tienen en común: “los huevos”. Y escribo sin temor estas dos palabras porque fue así como se describieron una a otra. Cuando consulté a cada una cómo definirían a su compañera, la respuesta fue literal, concreta y sin tapujos: “tiene unos huevos gigantes”.

Las barreras se rompen. Los récords se quiebran. Las excepciones existen. Coincidencias de la vida o no, fue Michelle quien -junto al presidente de la Federación- fue a recibir a Garrido cuando llegó al aeropuerto Silvio Pettirossi por primera vez hace 10 años. Garrido la miró y pensó sin decirlo: “¿ella voleibolista, pero cómo con esa estatura, será posible?”. Y Valiente le demostró desde la primera práctica que tenía magia. El abuelo de Giuli aguardó con ansias, en la larga lista de sus nietos, alguien que lanzara el disco o jugara al vóley como él. Y apareció Giuliana para cumplirle los sueños.

Giuli y Michelle en el entrenamiento previo al día de competencia.
Giuli y Michelle en el entrenamiento previo al día de competencia.

Michelle es la mejor tía de Benja. Giuli es extremadamente familiera. Michelle lloraba a mares cuando perdía en sus primeros pasos con el deportivo San José, mientras su madre, como muy buena y apasionada jugadora de vóley, la miraba y hacía pasar el momento con alguna clave para enderezar esa conducta. Giuli también lloraba a mares, hasta que el mismo Garrido le expresó una frase concreta: “las que hoy te ganan y te hacen llorar, te admirarán más adelante”. Fuera de la cancha, Michelle es más introvertida, Giuli más atropelladora. Pero dentro, tienen en común la mentalidad ganadora y el porte de mbareté.

Quien escribe estas líneas no puede adivinar el futuro. Me encargué de averiguar, analizar, juntar datos, mirar, observar, preguntar y repreguntar; y en base a eso y los años que llevo mirando de reojo sus partidos y carreras, entiendo que clasificar en este grupo es una tarea difícil. Tendrán que jugar su mejor vóley para tener posibilidades. Pero ya en París, han disputado un par de amistosos frente a España (16 en el mundo) y han ganado los dos. El mismo nivel de dificultad es el nivel de caradurez deportiva que maneja esta dupla. No importa quién está enfrente, van pa` delante y con amor.

Hace varios meses, Michelle puso una foto en la cabecera de su cama: la del estadio de vóley de playa bajo la Torre Eiffel. Así, al despertarse y acostarse, se mantuvo motivada y enfocada en su objetivo final. Giuli, especialista en perder vuelos -lo hizo muchas veces durante la pandemia mientras estudiaba en Texas- no lo hizo esta vez. Y sacó el boleto más costoso, el de la disciplina y el entrenamiento duro, para acompañar a Michelle en este sueño y despegue olímpico.

Estamos a escasas horas de un debut histórico. Michelle y Giuliana levantarán la mirada, observarán la Torre Eiffel, y en un instante recordarán lo que hicieron para estar ahí, en ese lugar de pocos, de privilegiados. Se darán un abrazo, un aliento y chocarán sus manos. Jugarán, ganarán o perderán, no sin antes dejar todo en la cancha, como corresponde, como se debe, y como caracteriza a la mujer paraguaya. En una de esas, siguen haciendo historia, porque no hay sueño demasiado grande, si se camina de a dos, aunque haya arena en el camino.

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