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“Tenemos la sensación de estar encerrados”, denuncia Aissa Yago, residente de esta isla del río Sena –que atraviesa la capital francesa–, charlando con un amigo delante de un bar, con una barrera a escasos centímetros. “Va a ser como el Planeta de los Simios, Ya solo les falta tirarnos cacahuetes”, critica este hombre de unos cincuenta años.
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En el muelle de Béthune, una irritada automovilista preguntaba por dónde podía ir a unos agentes de policía, generando un pequeño coro de bocinazos.
“Es un poco como la aldea de Astérix, un poco bloqueada por todas partes”, explica a AFP Rodolphe Dematini.
“Es normal hacer algo así para los Juegos Olímpicos, es algo que ocurre una vez cada 100 años”, considera este hombre de 56 años.
Del otro lado del Sena, en el muelle de la Tournelle, ya están instaladas las gradas para la ceremonia de apertura del 26 de julio.
Los organizadores prometen un espectáculo fluvial en el que “la ciudad se convertirá en el decorado vivo de un momento excepcional”, a lo largo de 6 km.
Desde mañana se activarán los perímetros de seguridad y para entrar en la Isla de San Luis será necesario mostrar un código QR, disponible únicamente por causas justificadas (como la necesidad de acceso al trabajo o a una vivienda) hechos que se mantendrán durante los juegos. AFP