Ajedrez por Zenón Franco: Partidas Memorables (207), Fischer vs. Tukmakov, Buenos Aires 1970

El II Torneo Internacional Ciudad de Buenos Aires se jugó en la Sala Casacuberta del Teatro General San Martín del 19 de julio hasta el 15 de agosto de 1970.

Libro Fischer jugada a jugada de Zenón Franco, en ruso
Libro Fischer jugada a jugada de Zenón Franco, en ruso.Zenón Franco

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Pasados 10 años de su desastroso torneo en Buenos Aires, Bobby Fischer volvió a una de sus ciudades preferidas.

Fischer recibió 2.500 dólares por participar (unos 20.000 dólares en 2023). El primer premio era de 1.500 dólares.

Además de Fischer, otros nombres destacados eran los del soviético excampeón del mundo Vassily Smyslov, el norteamericano Samuel Reshevsky, la estrella emergente de Brasil, Henrique Mecking y, entre otros, los mejores jugadores argentinos, encabezados por Oscar Panno y Miguel Najdorf.

El casi desconocido soviético Vladimir Borisovich Tukmakov (Odessa, Ucrania, 15 de marzo de 1946) también jugó. Fue inesperado y al principio su juego no destacó.

Hubo cierto descontrol inicial porque Fischer llegó el día de la tercera ronda, “en virtud de que la compañía de aviación no le entregó con tiempo los pasajes”, según se relata en el libro del torneo, si bien en esos días había dudas de que Fischer viajara y jugara.

Los días en que Reshevsky y Fischer no podían jugar por temas religiosos, complicaron las rondas, pero al haber días de suspendidas y días de descanso, los problemas se iban solucionando.

Tukmakov recuerda la frase del director del torneo, el GM Carlos Guimard, “Me arreglo los dientes solo cuando me duelen”, que resume la forma de encarar las dificultades que aparecían, se corregían sobre la marcha, y con suficiente eficacia.

La vuelta de Fischer fue una revancha de 1960 con un resultado abrumador, hizo 15 de 17 puntos posibles, segundo finalizó el soviético Vladimir Tukmakov con 11½ puntos, nada menos que a 3½ puntos de distancia, tercero fue Oscar Panno con 11, y siguieron luego Najdorf, Reshevsky y Gheorghiu con 10½, Smyslov con 9, etc.

Quinteros logró el entonces valioso título de Maestro Internacional.

Fischer ganó partidas extraordinarias, consiguió triunfos brillantes, y en ese momento no se sabía, pero Fischer estaba iniciando su camino para desafiar a Boris Spassky en 1972.

Posteriormente Fischer jugó la Olimpiada de Siegen, Alemania, y sorpresivamente y tras muchas idas y venidas, el Interzonal de Palma de Mallorca en noviembre.

Impresiones de Tukmakov

Tukmakov terminó segundo, lo que fue una actuación extraordinaria, su segundo lugar lo aseguró con una victoria brillante sobre Panno, que vimos en una de nuestras notas.

Tukmakov escribió en su libro Profession: Chessplayer. Grandmaster at Work, que, para jugar un torneo tan atractivo sin ser una primera figura soviética, posiblemente le ayudó la participación de Fischer, pues “la reputación de la escuela soviética estaba en entredicho. Y como yo no era considerado uno de los jugadores importantes, una posible derrota no parecería tan humillante… Resumiendo, en todo el proceso fui bendecido con una fantástica suerte”, sentenció.

El viaje a Buenos Aires, de 24 horas, lo realizó en compañía de Smyslov, “sería difícil encontrar una compañía mejor para un viaje así… A pesar de la diferencia de edad y de estatus, fue más un amigo mayor y un colega que un estricto e impenetrable jefe”.

Tukmakov comentó: “La enorme popularidad del ajedrez en Argentina fue una sorpresa para mí. El torneo se celebró en el pequeño pero acogedor Teatro General San Martín, donde cabían sentadas alrededor de 700 personas. Cada día el teatro estaba repleto, y la gente se quedaba en los pasillos. Estaba claro que eran aficionados entendidos, aunque la expresión de sus emociones estaba contenida por las estrictas exigencias de Fischer”.

Como lo señalamos, Fischer llegó tarde al torneo, por lo que su partida de la primera jornada, con Tukmakov, tuvo que pasar a uno de los primeros días dedicados a las suspendidas. La partida comenzó media hora tarde, pues Fischer hizo cambiar la iluminación, que consideraba deficiente.

Según Tukmakov en Buenos Aires existía un “culto a Fischer”, que tuvo un efecto negativo en él, y no pudo dar lo mejor de sí. Añadió que perder con Fischer no era un deshonor, pero que le habría gustado jugar en condiciones normales.

Fischer era también el claro favorito del público, y era frecuente que al terminar su partida el teatro quedara semivacío.

“El mejor torneo de la carrera de Fischer”

Tukmakov cree que Buenos Aires 1970 fue el mejor torneo de la carrera de Fischer, solo concedió cuatro tablas en 17 partidas, ante Najdorf, Smyslov, Reshevsky y Mecking.

Al respecto, Tukmakov creyó que tanto Najdorf como Smyslov y Reshevsky, aún con las piezas blancas, jugaron a la defensiva, y eso es algo que no lograba explicarse, como tampoco la extraña pasividad y desesperanza que parecía invadir a los rivales de Fischer.

En los análisis, Fischer trataba básicamente de mejorar su juego durante la partida, y era muy crítico consigo mismo, “los errores de los demás eran naturales e inevitables, pero se ponía el listón en lo más alto para sí mismo”.

“Su sensación de superioridad se manifestaba con claridad, aunque era siempre amable y muy cortés”, comentó Tukmakov en 1970, y reafirmó en el libro Profession: Chessplayer de 2012.

“Fischer ponía todo su esfuerzo en cada partida. Raramente se levantaba de su tablero para pasear por las mesas, demorándose solo brevemente en cada una. Ni una vez cayó en apuro de tiempo, Como regla usaba hasta 2 horas y 10 minutos para las 40 jugadas [En ese entonces se jugaba al ritmo de dos horas y media para 40 jugadas, es posible que sea un error de traducción y Fischer usara menos de dos horas por partida]… Ha pulido cuidadosamente las aperturas que juega. Además de esto ha hecho un profundo estudio de muchas posiciones estándar de medio juego”.

A Tukmakov le llamó la atención su inagotable sed de victoria, luchaba cada partida hasta el final, desde el principio, hasta cuando ya se había asegurado el primer lugar.

Tukmakov comentó que en uno de los muchos días libres del torneo se realizó una excursión al zoológico, “para sorpresa de todos, el líder del torneo se unió”.

“Fue aún más sorprendente observar a este misántropo comunicarse con los animales con tanta calidez y amor. Parecía que había encontrado a almas gemelas…”.

Adolescentes afortunados

Tuve la gran satisfacción de poder ir a ver el torneo durante varias rondas, lamentablemente no pude obtener muchas enseñanzas, porque mi nivel era muy bajo, pero sí quedé fascinado por ver ese torneo de primer nivel, y feliz por haber visto jugar a Fischer.

Más afortunados fueron otros adolescentes de mi edad que ejercían de muralistas o ayudantes de los árbitros en el torneo.

En los años 70 naturalmente no había transmisión por internet ni nada similar, para ver las partidas había que esperar al día siguiente o había que estar en la sala de juego.

En los torneos importantes había grandes tableros murales, donde se reproducían manualmente las jugadas, una persona escribía las jugadas en una planilla, y se las transmitía a los muralistas.

Quien se sentaba en la mesa de Fischer era un adolescente llamado Daniel Green (un amigo y mi rival ajedrecístico en nuestros años juveniles, que desde hace muchos años vive en EE.UU.), a los pocos días congenió con Fischer, a pesar de los 10 años de diferencia.

Lo siguiente está relatado en el libro Bobby Fischer jugada a jugada y algunas anécdotas.

Uno de los primeros días Fischer le preguntó a dónde podía ir a cenar, y Green le recomendó uno de los lugares modestos que él y demás ajedrecistas solían frecuentar, el popular y entonces modestísimo restaurante “Pipo”, que quedaba muy cerca del Teatro General San Martín, donde se jugaba el torneo.

Green fue al Club Argentino y más tarde fueron a cenar con “La peste” Alisiewicz y “El oso” Paglilla, quienes a pesar de sus apodos no pertenecían al hampa, sino eran otros ajedrecistas adolescentes, que trabajaban en el torneo, amigos de “Danielón” Green.

Fueron a “Pipo” y para su sorpresa vieron a Fischer cenando allí mismo, lo saludaron al pasar y al rato, para su asombro y felicidad, Fischer se acercó con su plato preguntando si podía sentarse con ellos, era un sueño.

En la cena Fischer les enseñó su partida de ese día con el argentino Rossetto, en un mítico tablero de bolsillo del que nunca se separó, mostró la partida a gran velocidad, con infinidad de variantes, que lógicamente sus interlocutores no pudieron apreciar, pero les preguntaba con frecuencia qué opinaban.

Fischer mostró interés en jugar un partido de fútbol, algo a lo que se había aficionado en Yugoeslavia, parecía una petición fácil de complacer en uno de los países donde el fútbol es más popular, pero aquellos jóvenes demostraron no ser los más indicados para organizar esa tarea.

Green tuvo más contacto con Fischer, un día fueron a cenar a un restaurante japonés que quedaba al lado del Club Argentino, una comida nada apetecible para un porteño habituado a comer carne cada día.

Green me contó que llegado el momento de pagar (obviamente invitó Fischer), sacó un fajo enorme de dólares, Green no había visto nunca un billete de un dólar y quedó extasiado, de repente levantó la vista y vio los ojos de Fischer clavados en él, Fischer entendió lo que pasaba y empezó a reírse.

Un punto de contacto fue que ambos eran admiradores del cantante José Feliciano, Fischer le encargó a Green que le consiguiera grabaciones de Feliciano, y se las llevara al hotel, eso hizo y al día siguiente fue al hotel de Fischer con su encargo.

En la recepción del hotel no le dejaron pasar, era comprensible, quién iba a creerle a un chico de 16 años que llegó a la recepción del hotel diciendo que Fischer lo esperaba.

Green logró colarse en el hotel y estuvieron charlando mucho tiempo, al intentar salir del hotel fue interceptado por gente de seguridad y a punto estuvo de ir a un calabozo, pero cuando vieron que no había pasado nada, se pudo marchar.

Cuando Fischer volvió a Buenos Aires, en 1971, a jugar el match con Petrosian, Green llevaba barba y pelo largo, tenía un aspecto diferente, igualmente lo esperó frente a la sede del match.

Fischer llegó para jugar, lo vio, y a pesar de los cambios lo reconoció, Fischer se bajó del coche que lo llevaba, se arremolinaron los fotógrafos, pero Fischer los apartó para dirigirse a Green y preguntarle cómo estaba.

Fischer y Quinteros

Las cenas, a las que se añadía con mucha frecuencia el GM Miguel Ángel Quinteros se repitieron. Otro lugar que le gustaba frecuentar a Fischer era la pizzería Serafín, y le encantaban los sándwiches de riñón a la parrilla.

Jan Timman cuenta en The Unstoppable American, que cuando Quinteros y Fischer fueron presentados, Fischer le dijo “en el avión vi tu victoria sobre Najdorf”.

Quinteros invitó a Fischer al famoso restaurante La Cabaña, y, durante la cena Fischer sacó su famoso tablero de bolsillo y le indicó los momentos en que Najdorf podía haber jugado mejor.

Posteriormente Fischer y Quinteros se hicieron amigos. Esa amistad siguió hasta 1996 en que Fischer volvió a la Argentina para promocionar el Fischerandom, fue una visita que terminó mal, si bien gran parte de la responsabilidad fue de Fischer.

Veamos la victoria de Fischer sobre Tukmakov, con comentarios extractados del libro Bobby Fischer jugada a jugada y algunas anécdotas.

GM Zenón Franco Ocampos

Ponteareas, 13 de diciembre de 2023

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