Las altas temperaturas están siendo protagonistas en esta travesía por el Midi, 37 grados en Saint-Etienne, 38 en Mende y en Carcasona se llega a los 40.
Pese al horno, el pelotón no baja el listón de una edición que va de récord de velocidad, a casi 45,5 rodaron bajo el sol de justicia, sin tregua.
El calor generó estrés, caídas, tensión entre los corredores. El sol abrasó la calma que podía presumirse en una jornada prometida al "sprint", con los ciclistas peleando contra los kilómetros y contra los grados.
Del cielo caía fuego y rebotaba contra el asfalto, que lo devolvía todavía más virulento. Hasta 60 grados en la calzada, un espejo del calor, intocable.
"Correr en estas condiciones no le gusta a nadie", asegura el francés David Gaudou que acomoda el gesto para hacer entender que "es lo que hay".
Atravesada la línea de meta, el británico Thomas Pidcock se sacó el maillot y corrió a una fuente cercana a su autobús. No hay tiempo que perder para combatir el bochorno.
El termómetro se convirtió en un nuevo enemigo. Los bidones corrían como regueros de pólvora. Hasta 12 litros de líquido puede ingerir un ciclista en una etapa de este cariz, según los médicos de los equipos, cuyos coches llevan más carga de la cuenta.
Hidratarse es básico para que el cuerpo mantenga sus condiciones, pero también la mente. Falta de líquido genera una mayor oxidación y, por tanto, un menor rendimiento físico. Y mental. El cerebro responde más lento, el tiempo de reacción se agranda, mala receta en medio de un pelotón eléctrico.
Acordarse de beber de forma regular, otra tarea más añadida para los ciclistas, otra fuente de preocupación y de estrés. Ahí también ayuda la técnica, con sensores capaces de medir el nivel de hidratación.
Los jueces de la Unión Ciclista Internacional (UCI) suavizan las normas de avituallamiento y lo permiten en cualquier punto de la etapa, a diferencia de las etapas normales, donde están muy limitados.
Hace unos años, Alberto Contador se quejaba del calor, incluso en el hotel, que le tocó por estos barrios sin climatización. Calor pegajoso que no deja ni dormir, ni descansar.
CAÍDA DEL LÍDER
Más tensión en un grupo ya frenético. A 30 kilómetros de la meta cae el líder en medio de un grupo que no aguanta un segundo de distracción. Peor suerte corre su compañero Steven Kruijswijk que se deja la clavícula y sube, en camilla, a la ambulancia.
Antes de salir ya había perdido a otro compañero, el esloveno Primoz Roglic, otro podio del Tour, otra rueda de lujo cuando pinten bastos.
El alemán Nils Polit, que tan pronto se le ve tirando del grupo como a cola, pasa su mano por el cuello en señal de que no puede más. Saca la lengua y simula una guillotina.
Al español Enric Mas no parece disgustarle tanto. Reconoce, sí, que la calorina lo complica todo, pero asegura que a él, que ha crecido en Mallorca, el sol le parece casi un juego de niños.
Todo arde. El Tour refresca ciertos puntos de la carretera. Un camión escoba riega los lugares donde el asfalto amenaza con licuarse y convertirse en una trampa para los ciclistas.
Hasta 10.000 litros de agua tiene previstos a ese efecto, una cifra que vuelve loco a muchos en Francia, que miran al cielo rácano y escuchan como su presidente, Emmanuel Macron, les lanza mensajes de austeridad en tiempos de guerra. Como si en el Tour hubiera tiempos de paz.