El célebre campeón retirado y actual senador de su país ha sido un destacado defensor de la brutal lucha contra el narcotráfico desplegada por el presidente Rodrigo Duterte, que cuenta con miles de víctimas mortales.
Pero en la antesala de las elecciones de 2022, Pacquiao ha tratado de distanciarse del dirigente saliente, que se enfrenta a una investigación internacional por esta represión, y defiende que los criminales deben tener “la oportunidad de defenderse”.
“Tenemos que encarcelar a aquellos que consumen drogas y que venden drogas, es lo que dice la ley”, explica a la AFP , pero la lucha contra el narcotráfico debe seguir “un camino correcto”.
“Antes, era ingenuo, por eso tomaba drogas (...) No conocía la ley”, explica Pacquiao. Actualmente “la gente sabe que la ley no permite drogas ilegales”, argumenta. El púgil retirado causó estupor en 2016 cuando admitió haber tomado en su adolescencia marihuana y shabu, el nombre local de una metanfetamina barata y muy adictiva.
Loado por emerger de la pobreza callejera hasta convertirse en uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos, Pacquiao ha convertido la lucha contra las drogas, la corrupción y la pobreza en sus banderas para suceder a Duterte.
“Hombre del Destino”
Su victoria no es descartable en una política obsesionada por los famosos. Pero la lucha será dura. Una encuesta filtrada en octubre situaba a Pacquiao en cuarto lugar con solo un 9% del respaldo de los votantes. El hijo del dictador Ferdinand Marcos, con el mismo nombre, era el favorito con un 47%.
Detrás suyo iban el vicepresidente y principal figura opositora Leni Robredo (18%) y el famoso alcalde de Manila y actor Francisco Domagoso (13%). En su lujosa mansión de la capital, Pacquiao resta importancia a este sondeo e insiste que su campaña de “Hombre del Destino” para la presidencia continuará.
“No pienso en retirarme”, asegura. “La gente decidirá (...) Sé que la gente quiere cambio en este país, quieren frenar esta corrupción, quieren un país próspero y quieren trabajos”, añade. Los seguidores en este archipiélago empobrecido ven al antiguo boxeador como prueba viviente de que el éxito es posible para cualquier que trabaje duro, sin importar sus orígenes.
Pero como político y ferviente cristiano evangélico, Pacquiao generó controversia por su apoyo a la guerra contra la droga de Duterte y su intención de restaurar la pena de muerte.
“Se terminó”
Los críticos lo acusan de tener poca base intelectual y de apenas acudir a las sesiones al Senado o al Congreso, donde estuvo dos legislaturas, poniendo en duda su capacidad para gestionar un país de 110 millones de personas.
“Puede ser popular con las masas, pero también lo son otros candidatos”, dice Ted Lerner, un periodista deportivo estadounidense en Filipinas, que augura un retorno del púgil al ring. Una carrera de largas décadas en el cuadrilátero trajo fama y fortuna a Pacquiao, aunque también los vicios del alcohol, el juego y la infidelidad que casi rompieron su matrimonio antes de que encontrara la fe.
Dos meses después de colgar los guantes, Pacquiao asegura que volver a subirse al ring no es una opción, ni siquiera si pierde las elecciones. “Estoy a punto de cumplir 43 años, es suficiente para mi. Se terminó”, dice el padre de cinco. Pacquiao ha participado en campañas de publicidad de todo tipo de productos, desde pizzas a coches, ha presentado programas televisivos y ha fundado su propia criptomoneda, el “PAC Token”.
Si su apuesta presidencial fracasa, quiere añadir la línea de agricultor a su currículo plantando fruta en una propiedad de 20 hectáreas en la provincia sureña de Sarangani. “Se está tranquilo allí, me gusta eso”, dice antes de abrir su teléfono y reproducir una balada de música country.