Una pasión argentina hasta la médula

BUENOS AIRES. La pasión de los argentinos por el fútbol alcanza su clímax cada vez que se enfrentan en una cancha los colores azul y amarillo de Boca contra los rojo y blanco de River, como sucederá el domingo.

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El periódico británico The Observer definió este choque de gigantes con todas las letras cuando dijo que “uno no tiene derecho a morirse sin haber visto, al menos una vez un superclásico entre Boca y River”.

Otro periódico del Reino Unido, The Sun, lo calificó de “la experiencia deportiva mas intensa del mundo”.

En ambos casos no es casual que sean británicos los que sepan calibrar con ojo de buen cubero un partido del fútbol de Argentina, país en el que lograron despertar el fanatismo por este deporte hace más de un siglo.

“¡Estos ingleses locos!”, comentaban los criollos que veían correr detrás de un esférico de cuero a los marineros en el puerto, precisamente donde nacieron Boca y River, casi hermanos en el origen, fundados por inmigrantes italianos.

“Los argentinos somos apasionados en general, para lo bueno y para lo malo. El fútbol es un ingrediente fuerte, básico, muy visible en nuestras vidas”, dijo en una entrevista el escritor argentino Eduardo Sacheri.

“Aquí el fútbol es un hábito profundo”, declaró Sacheri, coguionista con Juan José Campanella de la película ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos”, con quien colaboró para el inédito filme animado “Metegol” (futbolín), basado en un cuento de otro fanático del fútbol, el extinto escritor Roberto Fontanarrosa.

El día que juegan Boca-River o River-Boca el país parece detenerse hasta para verlo por televisión y pocos pueden sustraerse a su influjo, ni siquiera los que aman otros colores.

“De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie ’Cien años de soledad’ y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel, yo ansiaba ver un River y Boca”, dijo una vez Fontanarrosa.

Es una fiesta en las tribunas, millares de banderas flameando, globos, paraguas, papelitos arrojados al viento, en medio de cánticos en defensa del equipo propio y estribillos feroces para burlarse del enemigo que estremecen el cemento.

El “superclásico” es un campeonato o una copa en sí mismo y alcanza con ganarlo para poder disfrutar el resto del año esos electrizantes 90 minutos.

“Entonces me pregunto: ¿Por qué estoy nervioso, si yo soy hincha de Rosario Central? Es difícil no estarlo. Hay una carga eléctrica, una energía que dinamiza y crispa, sea el partido bueno, malo o regular”, relataba Fontanarrosa, cuya recopilación “Puro fútbol” es otro clásico, pero de la literatura.

¿Y a qué otros clásicos mundiales se le parece? Puede ser un Real Madrid-FC Barcelona en España, o al derby británico Manchester United-Liverpool, al itálico Inter-Milan o a los brasileños Flamengo-Fluminense o Palmeiras-Corinthians.

Pero un editor de la revista World Soccer Magazine escribió que el choque de los colosos argentinos es “insuperable por ningún otro en el mundo por su pasión e intensidad” .

Incluso lo es cuando el partido se convierte en un fiasco insoportable, cuando a los jugadores los devoran los nervios o el temor a perder amarra las piernas o los DT lo plantean especulativamente hasta el hartazgo.

Es que ha habido superclásicos de diamante como los jugados por la Máquina de River, con glorias como Angel Labruna y José Manuel Moreno en los años 40, o los del Boca de Carlos Bianchi en los años 90 y otros insoportables por el tedio.

Uno de ellos, un horrible 0-0 en 1968, terminó en la mayor tragedia de la historia del fútbol doméstico, con 71 muertos en una avalancha en el Monumental, el estadio de River, donde ese día hubo más de 90.000 almas.

Hubo momentos de leyenda, como un gol de Diego Maradona a River hamacándose y eludiendo defensores y al arquero Ubaldo Fillol en el estadio boquense La Bombonera (3-0) en 1981, o un gol agónico sobre la hora de Carlos Morete a Boca para un 5-4 de película en el estadio de Vélez Sarsfield hace 30 años.

“Hay una pasión que despiertan los clubes de fútbol en Argentina y puntualmente Boca, por ser el más popular, en un país que no tiene lazos de pertenencia muy fuertes o pasiones que se mantengan en el tiempo” , comentó el historiador y profesor universitario Horacio Rosatti.

Rosatti, autor de “Cien años de multitud”, una historia de Boca, dice que ese club “es más plebeyo con relación a River, tiene otra dinámica, otra impronta, River tiene un equipo que juega con otro estilo, que tiene un patrimonio de por sí, el mote de ’millonario’”.

Ligado tradicionalmente a la clase media, River sin embargo ha mutado y en los últimos tiempos profundizó su raigambre popular, hasta en el mal ejemplo, como tener una “barrabrava” (hinchas violentos) tan temible como la de su rival.

Según encuestas de Gallup y de la secretaría de Medios del gobierno, un 40% de los hinchas en Argentina es de Boca y un 30% de River. El domingo, un 70% de los futboleros vivirán el clímax de una pasión hasta la médula.

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