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Por fin. El desahogo de años, de años. Sí, de años. Para volver a soñar, la renacer la esperanza. La garra guaraní volvió, pero con fútbol, acompañada de convicción, de actitud, de personalidad para una noche mágica de 10 de setiembre de 2024. La sensación de que era posible superar a Brasil es una realidad: solo 1-0, pero con mucha autoridad, con un golazo de crack de Diego Gómez.
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Pasaron ciclos, entrenadores hasta que el clic llegó con Gustavo Alfaro. Tuvo pocos días de trabajo, renovó la ilusión, inyectó confianza y son 4 puntos de 6 posibles contra la Uruguay de Marcelo Bielsa en el Centenario de Montevideo y la Canarinha, la pentacampeona del mundo, la del tridente ofensivo del Real Madrid, hoy anulado por completo, desaparecido, ahogado en la desesperación.
El primer tiempo de Paraguay fue catedrático. Sufrir ante un rival como Brasil está los planes. Pero esta selección estuvo preparada para dicho momento. Y en el partido, fueron pocos porque en el resto, el seleccionado guaraní esperó cuando debía y salió a morder cuando el trámite requería. Sin temor a jugar con la pelota, a mostrar atrevimiento y coraje para avanzar, fue duro en ataque.
Y así llegó el primer gol y al final, el único, el que infla ese despertar del propio equipo y del pueblo paraguayo a creer otra vez. Diego Gómez, en modo crack, lo que verdaderamente es, buscó el lado en la cabecera del área y al no encontrar espacio entre gambeta y gambeta, sacó un disparo con el exterior de la diestra, desde la derecha del ataque, para colocar el balón en el ángulo de Alisson.
Transcurrían 19 minutos y el Defensores del Chaco era un hervidero. Como en los viejos tiempos, en el camino a Francia 1998, Corea-Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, que hoy parece recrearse en muchos de los jugadores, que desde la llegada de Alfaro, se reinventaron. Y otros, como en aquella misma camada, visten la selección como si hayan nacido para la albirroja.
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El monstruo que parecía guardar este combo, que fue más observado desde el temor que la incertidumbre, fue completamente domado. Paraguay mereció ganar en el Centenario porque fue más, pero volvió feliz con un punto. Y en el Defensores del Chaco, también, pero ahora sí, con un abrazo de la justicia para una victoria importante al tren hacia el Mundial 2026.
Fue un partido jugado en gran parte con el corazón, apoyado por un estadio colmado, ejemplo de anhelo, de credibilidad. La otra zona de la construcción del triunfo reúne la firmeza defensiva, que no distingue de hombres: hoy con la sorpresa de Juan José Cáceres, la titularidad de Fabián Balbuena y el ingreso obligado de Gustavo Velázquez por la lesión de Omar Alderete.
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La ausencia de Andrés Cubas no estuvo en escena. Mathías Villasanti, Damián Bobadilla, quien tiene un lugar asegurado en el equipo, y Diego Gómez trabajaron para evitar que ese trío de volantes brasileños puede repercutir. Arriba, Miguel Almirón, el Miguel Almirón del Newcastle, muchas veces un espejismo en la selección, e Isidro Pitta, con mucha voluntad para todo.
1-0. Nada más que agregar, solo disfrutar y festejar este capítulo en el tiempo, que llega catorce años después de la última gran felicidad. En medio, mucho sufrimiento, con varios DTs, en este mismo ciclo con dos, Guillermo Barros Schellotto y Daniel Garnero, que nunca y con más tiempo y partidos, tuvieron ni siquiera un pequeño porcentaje de lo que Alfaro entregó en solo días.