En este deporte, la igualdad salarial es una cuestión con grandes desigualdades según los países. En Estados Unidos, el pasado 8 de marzo (Día Internacional por los Derechos de las Mujeres), las campeonas mundiales de fútbol femenino presentaron una denuncia en un tribunal de Los Angeles contra su Federación por discriminación.
Reprochan unas primas más reducidas que las de los hombres y unas condiciones de entrenamiento menos buenas, pese a su impresionante palmarés, mientras que el equipo masculino tiene resultados internacionales mucho más modestos.
“La USSF (la Federación Estadounidense de Fútbol) ha fracasado completamente en la promoción de la igualdad de sexos”, acusan las 28 denunciantes, mientras la Federación mostró su “sorpresa por este proceso” y ofreció su predisposición a nuevas negociaciones con las jugadoras “para comprender mejor sus reivindicaciones y problemas”.
En su lucha, las futbolistas del ’Team USA’ pueden tener de inspiración y modelo lo que ocurre en los países escandinavos, los pioneros en esta cuestión. En 2017, las futbolistas danesas fueron a la huelga para protestar por sus modestas remuneraciones.
Ese mismo año, la capitana de la selección femenina de Noruega, Maren Mjelde, y su homólogo masculino, Stefan Johansen, firmaron simbólicamente un acuerdo para instaurar la igualdad salarial entre sus dos equipos. La Federación Noruega de Fútbol decidió dedicar a la selección femenina una parte de las cantidades percibidas por los patrocinios del equipo masculino, en lo que consideró una fuente de “inspiración” para otros países.
En el fútbol de Australia, aunque la igualdad salarial entre sexos todavía no se ha conseguido, se han producido progresos notables tras el aumento de los sueldos de 2017 y el plan de acción lanzado en este 2019. En Corea del Sur, sin embargo, las importantes diferencias entre las remuneraciones y las condiciones de trabajo entre hombres y mujeres continúan.
En 2015, la Federación Surcoreana de Fútbol (KFA) fue criticada públicamente por organizar un viaje de la selección nacional femenina -en la que está la estrella del Chelsea Ji So-Yun- en clase turista, mientras que la selección masculina viajaba en ’business’.
“Los jugadores aportan mucho más dinero a la Federación”, se defendió la KFA. La liga femenina surcoreana no encontró patrocinadores y las jugadoras, semiprofesionales, tienen salarios a años luz de los hombres.
“No hay mercado porque poca gente quiere pagar por ver fútbol femenino. Eso se debe en parte al sexismo, que persiste en el deporte de Corea del Sur”, estima Choi Dong-ho, que ha investigado sobre esta cuestión. En Italia, las futbolistas no tienen estatus profesional y reciben un máximo de 30.658 euros por año, además del reembolso de ciertos gastos. Los salarios no superan los 3.000 o 4.000 euros al mes.
“En el futuro, el fútbol femenino tendrá tanta importancia como el masculino”, confió la arquera de la Juventus y de la selección italiana, Laura Giuliani, en declaraciones a la AFP a finales de 2017. “Somos todavía amateurs. Pero vamos hacia el semiprofesionalismo y en el futuro hacia el profesionalismo. Los salarios son obviamente incomparables (con los futbolistas hombres de Italia)”, subrayó.
En Francia, la jugadora mejor pagada y primer Balón de Oro del fútbol femenino, la noruega Ada Hegerberg (Lyon), recibe un salario récord de unos 400.000 euros por año, mientras que por ejemplo el brasileño Neymar (París Saint-Germain) percibe unos 30 millones, según la prensa.
La media salarial en la primera división francesa de fútbol, formada por dos gigantes (Lyon, París SG) y otras formaciones mucho más modestas, gira alrededor de 3.500 euros mensuales. La evolución de los salarios depende del ecosistema global del fútbol femenino, entre patrocinadores y derechos de televisión, subrayó la vicepresidenta de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), Brigitte Henriques, en un coloquio en París en febrero.