El nuevo presidente Greg Dike, nombrado en julio, es un hombre orgulloso de la celebración, que ya ha comenzado y en la que ha incluido un encuentro amistoso en el Palacio Real de Buckingham entre dos de los más antiguos clubes amateurs del Reino.
Pero, entre bambalinas, este exresponsable de la BBC libra una batalla por mejorar la imagen y los resultados de la selección de los Tres Leones, que paulatinamente pierde prestigio entre las más poderosas del mundo.
A pesar de generaciones de jugadores con talento como Gary Lineker, Alan Shearer o Steve Gerrard en los últimos tiempos, Inglaterra -clasificada en la última jornada para el Mundial 2014 de Brasil- sólo muestra un gran título en sus vitrinas, el lejano campeonato del Mundo de 1966 que organizó.
Y mientras que su fútbol es uno de los más estructurados de Europa, las selecciones inferiores luchan por destacar y a menudo son superadas por los equipos continentales.
De economía próspera pero en declive deportivo, la FA ha sentado las bases de un programa ambicioso para mejorar la formación de los jóvenes y permitirles competir al más alto nivel.
Pero para buscar una solución global es necesario que la FA tenga como aliada a la poderosa y relativamente independiente Premier League, que al menos sobre el papel ’ha prometido’ colaborar.
Un estudio reciente ha mostrado que menos de un tercio de los jugadores de la Premier, considerada por muchos la mejor liga del mundo, es seleccionable por Inglaterra.
El campeonato inglés vende a un precio muy alto los derechos de televisión de la competición al mundo entero y permite disponer a los clubes de las cantidades necesarias para brillar en el mercado de fichajes, como ocurrió especialmente este último verano.
Esta situación no beneficia a los jugadores locales, tapado por las estrellas extranjeras pero también por futbolistas cuyo único mérito es resultar más ’baratos’ que los ingleses.
De esta forma, los ingleses se han convertido, en su propia liga, en una especie en vía de extinción, a lo que no ayuda casos como el de Andy Carroll, traspasado del Newcastle al Liverpool por 40 millones de euros, que ha rendido muy por debajo del nivel esperado.
Últimamente incluso José Mourinho, el técnico portugués del Chelsea, se ha ofrecido para asesorar a Inglaterra sobre la estrategia para resultar competitiva en el plano internacional.
Por el momento el proyecto se limita a un comité de personalidades influyentes en el fútbol inglés (figuras, clubes, entrenadores...) que exponen sus ideas y hacen propuestas.
Defendidas por el antiguo seleccionador Glenn Hoddle, miembro de esta comisión, las cuotas de jugadores nacionales en los equipos se han puesto rápidamente sobre la mesa.
¿Qué opinarán la FIFA y la propia Premier League? El primer paso será que la comisión de expertos establezca una propuesta definitiva. Mientras, el fútbol inglés sigue reflexionando sobre cómo quiere que sea su futuro.