Los 96 minutos de juego fueron seguidos desde las gradas por unos 45.000 espectadores que colmaron la capacidad del estadio.
Pero las calles de la capital paraguaya, agitadas por el bulicio de los centenares de visitantes atraídos por la final, tampoco fueron ajenas a la emoción.
La ansiedad se respiraba entre los seguidores de cada equipo que siguieron en pantallas gigantes el compromiso.
En la Costanera Norte, una avenida que bordea el río Paraguay, unos 400 argentinos, desde niños a ancianos, siguieron el partido con la misma algarabía y energía que si estuvieran en el estadio.
La celebración estalló con los goles del uruguayo Gastón Martirena, el argentino Adrián Martínez y el colombiano Roger Martínez.
Para la hinchada de Cruzeiro fue otra la realidad. A medida que transcurrían los minutos, el desánimo se fue imponiendo.
Y al despedirse del estadio asunceno, los brasileños evidenciaron la tristeza de no haber podido conquistar su primer trofeo en esta competición internacional.
Al sonar el pitido final del partido, los aficionados brasileños empezaron a salir con sus tambores a cuestas. En el estadio y las calles aledañas, la fiesta apenas empezaba para los de Avellaneda.