España tiene un método. Y la fontanería, el disco duro de la captación del talento de las últimas generaciones lo tiene sólo Luis de la Fuente. Cualquier otro entrenador, con más nombre en el panorama europeo, nunca tendría el conocimiento ni el atrevimiento del seleccionador riojano. Un técnico de club top, que pudiera aterrizar en la selección española, jamás se habría atrevido a alinear a Lamine Yamal con 16 años; a dar las llaves del equipo a Rodri en la creación; a poner a Nico Williams de titularísimo; a ir en sentido contrario y apostar por Cucurella y en suma, diseñar fútbol alrededor de los jugadores de la Real Sociedad y firmar un colectivo valiente.
Los grandes entrenadores cambian el mapa de los partidos. Los revulsivos son su especialidad. Mikel Merino, ante Alemania; y Mikel Oyarzabal, en la final, fueron alternativas determinantes. La lectura del juego, la dirección de campo, resultó sublime.
Siete victorias de siete. Mejor jugador -Rodri; mejor jugador joven, Lamine Yamal; máximo goleador, Dani Olmo; MVP de la final, Nico Williams. España arrasó en el torneo. Y lo hizo en un ambiente de concentración idílico, con un cuerpo técnico profesional, de alto perfil.
Posesión y fútbol vertical. Presión tras pérdida descomunal. Esa es la gran receta de Luis de la Fuente. Motivar a sus jugadores siempre fue su gran virtud. Volvió a sonar 'Mi gran noche', de Rafael, en Berlín. Y en las calles de España, de norte a sur; de este a oeste, la selección volvió a ser el gran elemento vertebrador del país.