La cárcel, ubicada a unos 150 kilómetros de la ciudad de São Paulo, fue inaugurada en 1955 y desde principios de los 2000 recibe a presos "especiales".
Entre los que han pasado por allí, están Alexandre Nardoni, condenado por haber tirado en 2008 a su hija de cinco años de un apartamento en el sexto piso, y Lindemberg Alves, quien mató a su exnovia después de tenerla secuestrada durante 100 horas.
El actual presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, estuvo a punto de ser transferido a Tremembé II en 2019 para cumplir su condena por corrupción, pero la Corte Suprema suspendió la transferencia tras un recurso de la defensa.
Detrás del portón pintado de azul y blanco de la cárcel, se esconde un complejo de 8.400 metros cuadrados construidos y con capacidad para albergar a más de 500 personas en régimen cerrado, como es el caso de Robinho, o semiabierto.
Cada celda acoge a un número limitado de presos, aunque el exfutbolista del Real Madrid pasará la primera semana bajo observación en una habitación separada antes de empezar a convivir con otros condenados.
Los prisioneros disponen de biblioteca y huerto, y tienen la opción de participar en trabajos manuales, como la construcción de sillas y pupitres escolares que después son vendidos por una fundación dependiente del Gobierno regional y que tiene por misión la reintegración social.
Robinho fue detenido el jueves en su domicilio en la ciudad portuaria de Santos, después de que la Corte Suprema negara un pedido de habeas corpus presentado por su defensa para intentar evitar un encarcelamiento inmediato.
Antes de eso, el Tribunal Superior de Justicia de Brasil había validado la condena emitida por la Justicia italiana por haber participado en la violación grupal de una joven albanesa en una discoteca de Milán en 2013.
Hasta ahora, y pese a la condena italiana, el exfutbolista seguía en libertad en el país sudamericano, cuya Constitución prohíbe la extradición de sus nacionales.