Desde Sudáfrica 2013, Malí no pasaba de los octavos de final. Ese era su techo y ante Burkina Faso se encontró con la opción de atravesar esa muralla que le impedía avanzar lejos en la competición.
Llegó a la cita frente a Burkina Faso después de una fase de grupos correcta, con una victoria frente a Sudáfrica (2-0) y dos empates ante Túnez (1-1) y Namibia (0-0). Como líder del grupo E, el sistema de cruces le juntó en octavos con la segunda clasificada del Grupo D.
Burkina Faso, a priori inferior, murió en la orilla del éxito y parte de culpa de su eliminación la tuvo una desgraciada jugada de Edmond Tapsoba, que marcó en propia meta uno de los goles más absurdos del torneo.
El jugador de Burkina Faso despejó hacia su propia portería un cabezazo de Amadou Haidara que golpeó en el poste defendido por el guardameta Herve Koffi. Tapsoba, sin querer, teledirigió su pierna izquierda hacia su propia meta y Malí se puso por delante en el marcador a los tres minutos del pitido inicial.
Tras el paso por vestuarios, Lassine Sinayoko aumentó la renta para Malí después de completar una internada por la banda derecha que culminó con un caño sobre Koffi en el mano a mano. Su tanto, que parecía definitivo, no lo fue por la respuesta casi inmediata de Burkina Faso, que redujo distancias gracias a un penalti transformado por Bertrand Traore.
Durante media hora, Burkina Faso intentó conducir la eliminatoria hasta la prórroga. Apenas gozó de ocasiones y la más clara, un gol de Issoufou Dayo, fue anulada por fuera de juego. Malí resistió y el 2-1 fue suficiente para citarse en los cuartos de final con la selección anfitriona, Costa de Marfil.