Roma vuelve a sonreír, e Italia vuelve a tener un equipo campeón de una competición europea. El último fue el Inter en 2010, también con Mourinho en el banquillo. Un Mourinho que puede presumir de ser el primer entrenador en ganar esta competición y el primero en ganar Liga de Campeones, Liga Europa y Liga Conferencia, las tres competiciones europeas que se disputan durante la temporada.
La ‘Loba’ no llegaba a una final desde 1991, hace 31 años, y con solo un trofeo en el Viejo Contienente, la ya extinta Copa de Ferias en 1961. Mourinho sacó su once de gala, incluido Mkhitaryan, que llegaba sin tener minutos desde la semifinal ante el Leicester, hace casi un mes.
Y la final no empezó muy bien para los ‘giallorrossi’. A Mourinho se le cambió la cara cuando vio al armenio sobre el verde, con el rostro desdibujado. Había recaído de su lesión, entró Oliveira en el minuto 15.
Pese a que fue una final clásica, sin brillantez, con dos equipos muy cautelosos, el Roma fue el que llevó la voz cantante. Y ese ligero mando se materializó pasada la media hora, en el minuto 31, cuando Zaniolo abrió el marcador.
El italiano, llamado a ser la gran figura de este Roma, acomodó con su pecho el gran pase largo de su compatriota Mancini para hacer enloquecer a la afición romana con la punta de su pie izquierdo.
Se desató el Roma. Abraham se golpeó el escudo con rabia cuando forzó un córner en la siguiente jugada. Salió a relucir el vestuario unido que reina en la capital europea, ese que Mourinho ha liderado hasta esta final, y el vínculo con una afición que ha llevado al equipo en volandas.
Pero el Feyenoord despertó al ocaso del primer acto y avisó de lo que se venía en la segunda parte. Los hombres de Slot gozaron de varias ocasiones de peligro, siempre desbaratadas por una gran defensa liderada por Smalling, que mantuvo al equipo por delante en el descanso.
Inició el segundo tiempo el conjunto neerlandés igual que terminó el primero. Dos palos en cuestión de cuatro minutos y dos estiradas de Rui Patricio mantuvieron la ventaja. Sufrió el Roma, cogió confianza el Feyenoord. El tiempo, eso sí, jugaba en favor de los italianos.
El Feyenoord agitó el partido con su tridente ofensivo. Nelson, Sinisterra y Dessers empezaron a encontrar espacios y a generar nerviosismo en un Roma que no lograba la solidez en el bloque que mostró en la primera parte y que no generaba peligro.
Mourinho movió el banquillo para intentar equilibrar una segunda parte en la que claramente mandaba el Feyenoord. Quitó al autor del gol y metió a Veretout para tener más presencia en el medio, fortalecer el bloque y poder salir a la contra con Abraham, ya solo en punta.
Si bien el Roma fue más bloque, Sinisterra y compañía no cesaron en su empeño y encerraron al Roma en su campo que, salvo un tiro aislado de Veretout, no pudo hacer daño en toda la segunda mitad.
Los neerlandeses echaron el resto en los minutos finales, momento en el que la ‘Loba’ encontró espacios. El capitán, Pellegrini, apunto estuvo de sentenciar, pero su disparo se topó con Bijlow.
Lo intentó de todas las maneras el Feyenoord, la tuvo clarísma en el descuento, pero Linssen, estorbado por Spinazzola, no acertó a rematar. Era el día del Roma y de su técnico, en busca de su quinto título continental de su carrera.
Pitó el árbitro, celebró el Roma y celebró Mourinho, ya en la historia del club. La resitencia ‘giallorrosa’ devuelve a Italia un campeón de una competición europea. Segundo título europeo del Roma en su historia, el primero para una generación entera de ‘tifosi’ romanistas.