Tras varias semanas de dudas y declaraciones contradictorias, las autoridades iraníes permitieron la entrada de 2.000 mujeres y 9.000 hombres -cifras reducidas por el coronavirus-, pero sin dar mucho bombo a la presencia de las aficionadas.
De hecho las entradas para las féminas no se pusieron a la venta y las autoridades las repartieron a asociaciones y grupos culturales.
Aún así las afortunadas que pudieron acudir lo celebraron.
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“Es la primera vez que voy a ver el partido de la selección de mi país y estoy muy emocionada”, dijo Najme, quien asistió al encuentro con un sobrino, en el estadio Azadi de Teherán.
“Espero que esto sea el principio y que las mujeres podamos seguir viviendo”, afirmó la aficionada, quien consiguió una entrada a través de su empresa.
Para la joven de 17 años Sana también era su primer partido en vivo en un estadio y no podía ocultar su emoción.
“No podría estar más feliz”, dijo a Efe en las puertas del campo.
“En nuestra sociedad no se nos permite venir. Hay hombres que quieren que nos quedemos en casa”, explicó.
La venta de entradas empezó en la medianoche del día del encuentro, durante horas el sistema no funcionó y finalmente no se permitió a mujeres comprar billetes, que las autoridades entregaron a organismos afines.
Así las cosas, Afagh, de 31 años compró entradas de hombre con el plan de tratar de acceder con ellas al estadio.
“En la entrada del estadio vamos a luchar para que nos dejen entrar”, explicó a Efe en compañía de una amiga y dos chicos.
Se trata del segundo partido en el que se permite la entrada de mujeres a los estadios, desde el triunfo de la revolución islámica en 1979, liderada por Ruholá Jomeiní.
HISTÓRICO TABÚ
El histórico tabú se rompió el 10 de octubre de 2019 con la la asistencia de 3.500 mujeres en el estadio Azadi de Teherán con capacidad para 78.000 espectadores, la primera vez en 40 años que sucedía. Pero la irrupción de la pandemia del coronavirus puso fin a la asistencia a partidos y por ello no volvió a repetirse la presencia de mujeres en los estadios.
La prohibición de acudir a los partidos llevó a muchas aficionadas a colarse en los estadios disfrazadas de hombres y, en ocasiones, a su detención.
El punto de inflexión fue la muerte de la joven Sahar Jodayari, quien se inmoló en 2019 al saber que podría ser condenada a seis meses de cárcel por colarse en un estadio.
Su muerte provocó que la FIFA presionase a Teherán para que permitiese la presencia de las mujeres en los partidos clasificatorios para el Mundial 2022 y advirtió de que, de lo contrario, Irán se enfrentaría a sanciones.