Fútbol sala en Tacumbú

ASUNCIÓN. La pelota de fútbol sala se coló entre los barrotes de la cárcel de Tacumbú en forma de una Liga Penitenciaria organizada y protagonizada por los propios reclusos como una medida de reinserción y de esparcimiento a través del deporte.

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Uno de los patios de la cárcel se convirtió desde hace unos días, tres veces cada semana, en un estadio de fútbol sala en donde no faltan futbolistas, entrenadores, árbitros, delegados, dirigentes y, por supuesto, una gran hinchada.

El balón rueda sin cesar en los partidos que juegan los 24 equipos conformados por reclusos de todos los pabellones, 12 conjuntos de categoría “juvenil” (hasta 38 años) y otra docena de “senior” (mayores de 38 años), que se reparten la cancha de Tacumbú para jugar entre las mañanas y las tardes.

“Es una liga de dos ruedas (ida y vuelta) y se juega la clasificación a octavos. Luego las eliminatorias y a eliminación directa”, explicó a Efe el reo Ignacio Isasi, vicepresidente de la Liga Penitenciaria.

Los reclusos se las han arreglado para conformar una suerte de asociación deportiva en la que cada cual asume su rol como en cualquier empresa y han logrado, gracias a donaciones, aportes de familiares o recursos propios, montar una liga de fútbol sala para uso y disfrute de toda la población carcelaria.

Cada equipo tiene sus propias camisetas, con sus correspondientes nombres y dorsales en la espalda; algunos calzan botas de marca y a otros les basta con un calzado gastado cualquiera; hay porteros que consiguieron guantes y otros que igual son efectivos sin ellos.

“La organización es de admirar. Es mucho mejor de lo que se organiza normalmente en los barrios afuera. Hacemos lo que queremos, nos relajamos y salimos bien tranquilos. Siempre hay roces, como en cualquier partido de fútbol, pero al final se termina el partido y acaba todo”, destacó Isasi.

Dos presos sentados tras uno de los córneres del campo de fútbol sala hacen las veces de jueces de mesa anotando las faltas cometidas, cartulinas, goles y alineaciones y cambios.

En cada banda de la cancha, silbato en mano, otros dos actúan como árbitros e imponen su “autoridad” sobre los diez (cinco por equipo) que disputan la pelota.

En un costado, varios presos por equipo gritan y dan órdenes, se quejan de las decisiones arbitrales y dirigen a sus futbolistas en su papel de técnicos y dirigentes.

Y en uno de los fondos, como en todos los estadios del mundo, los hinchas cantan, alientan y animan cada cual a su equipo. Incluso uno de los conjuntos tiene su propia “barra brava” que canta al ritmo de los tambores y la batucada al más puro estilo sudamericano.

Todo, siempre, bajo la supervisión de los guardias de Tacumbú, que también se entretienen con las jugadas de los partidos mientras hacen su trabajo.

“La gente está pendiente cada día de que empiece el fútbol”, afirmó Isasi.

El director del penal, Luis Villagra, indicó a Efe que la iniciativa fue muy bien vista tanto por la Administración de Tacumbú como por los propios guardias, ya que involucra de una u otra manera a la población carcelaria y la invita a hacerse responsable de los diversos aspectos de organización de los partidos.

“Están poniendo la responsabilidad, su cuerpito, vemos como positivo el respeto al compañero recluso y en la mayoría de los partidos son ellos mismos los que dirigen como árbitros y otros que quieren involucrarse en otras funciones, como pasapelotas, aguateros, directores técnicos, dirigentes e hinchadas”, explicó Villagra.

Esta actividad, junto a otras como boxeo o voleibol, se enmarcan dentro de la idea del director del penal de reinsertar a los reos a través del deporte por los valores que este les enseña y como una forma de tener a la superpoblación existente en el presidio ocupada física y mentalmente.

Tacumbú tiene un problema de superpoblación penitenciaria, con una capacidad oficial para 1.687 reclusos pero que hasta mayo de 2016 albergaba al menos 3.532 privados de libertad, según Amnistía Internacional (AI).

Este tipo de actividades puede ser también positiva para los reos, más allá del aspecto físico y psicológico, de cara a la revisión de sus condenas ya que podría ser interpretada por la Justicia como un atenuante, según dijo el director de la cárcel.

“Efectivamente si el juez de ejecución en ese proceso de seguimiento encuentra un cambio de actitud y efectivamente es algo cierto, ellos tienen posibilidades de reducir su pena”, afirmó Villagra. 

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