Sarri, siempre al borde del abismo

Chelsea bailó durante toda la temporada 2018-2019 al borde del abismo. El tercer puesto en la Premier League parece haber calmado los ánimos, pero todo lo que no sea una victoria en la final de la Europa League puede precipitar otro cambio de rumbo.

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Hace poco menos de un año, pese a la victoria de los “Blues” en la final de la FA Cup, Antonio Conte, el entrenador que había devuelto al Chelsea a campeonar en la Premier, dejaba el club londinense. Era despedido en medio de una mala relación con la directiva y con el vestuario. Como sustituto, el perfil de entrenador cambió del esquema de los cinco defensas intocables de Conte al de un Maurizio Sarri que vino de la mano de su pupilo Jorginho para liderar el medio.

El italiano trajo consigo un cambio de dibujo que dificultó la adaptación de varios jugadores. El paso a defensa de cuatro redujo las acciones ofensivas de César Azpilicueta y Marcos Alonso. La posición de Jorginho como pivote empujó a N'Golo Kanté hacia la mediapunta y el bajo nivel de forma de Álvaro Morata, unido al rol de eterno suplente de Olivier Giroud, motivaron que, en muchas ocasiones, Eden Hazard actuase de falso 9.

Esta revolución vivió altibajos. Derrota en la Community Shield para empezar la temporada, cinco victorias consecutivas en el inicio de la Premier, doce encuentros invictos y un paso impecable por la Europa League. Mejores que peores noticias en Stamford Bridge, al que sin embargo no convencía el juego del equipo. La gota que colmó el vaso fue el 6-0 encajado en el Etihad Stadium ante el City, que además venía precedido por un 4-0 contra el Bournemouth y seguido por un 0-2 en Old Trafford. El “Sarriball” estaba más fuera que dentro y se escucharon abucheos en “The Bridge”.

Su prueba final pareció llegar en Wembley y ante el Manchester City en la final de la Copa de la Liga. Lo hacía después de haber eliminado en semifinales, de manera agónica, a un Tottenham Hotspur mermado y sin sus grandes estrellas. Todo lo que fuera una derrota parecía catapultarle fuera de Londres, pero Sarri cambió su estilo y triunfó, de aquella manera. No en el resultado, ya que la final fue a parar en los penales para el City. Tampoco en el manejo del vestuario, ya que se produjo un grave incidente cuando Kepa Arrizabalaga no quiso ser sustituido antes de la tanda de penales. Sin embargo, sobre el césped de Wembley, se vio, posiblemente, al mejor Chelsea de la temporada, capaz de hacer lo que pocos han conseguido; frenar al City.

No hubo recompensa en forma de metal, pero Sarri salió reforzado y los consiguientes pasos en octavos y cuartos de la Europa League, así como mantenerse en la pelea por los puestos de Champions, le sostuvieron. Con el paso de los meses, las críticas a Jorginho desaparecieron. Sarri metió en la rotación a jugadores como Ruben Loftus-Cheek y Callum Hudson-Odoi (ambos lesionados para la final) y recuperó el mejor nivel de futbolistas como David Luiz.

Siendo de los menos favoritos a meterse en Champions tras la irrupción del Manchestet United de Ole Gunnar Solskjaer, el Chelsea selló su pase para la máxima competición continental la temporada que viene en la penúltima jornada, goleando al Watford. Uno de los grandes objetivos de la temporada estaba completado. Ahora, en la final de la Europa League, ante el vecino del Arsenal, Sarri se juega dar la segunda UEFA de su historia al Chelsea y quién sabe si algo más de vida a los dos meses de contrato que le quedan en Stamford Bridge.

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