El respaldo que ha recibido ha sido total pero no aleja la responsabilidad de tener que decidir a Fernando Hierro.
Su estreno como seleccionador tuvo una intención clara, no tocar nada de lo que estaba preparado por Julen Lopetegui. Hasta algunos de los ayudantes del seleccionador fulminado a dos días del debut en el Mundial 2018, siguen con Hierro al mando, que optó por hacer crecer el concepto “familia” dentro para escapar de la crisis de Krasnodar abierta en el peor de los momentos.
Esa unión se trasladó al terreno de juego, en un partido que demuestra la capacidad del balón para aislar al futbolista del foco del problema. Y la “familia” arropó al más débil tras uno de los peores partidos de su carrera. El guardameta es un puesto complejo.En soledad digiere su acierto y el fallo. Y en la cabeza de De Gea no paró de reproducirse la acción del disparo lejano de Cristiano Ronaldo. La culpabilidad de colocar mal el cuerpo. La mano blanda.
“No dudamos de David ni él duda. Le he dado un abrazo. Nosotros sabemos que además el portero es un puesto especial, tiene una psicología especial, lo sabemos y no tenemos dudas, de verdad, sinceramente no”. Fue la primera respuesta de Hierro. En caliente.Orgulloso de todos sus jugadores. Antes de sentir el debate que se abría.
De golpe aparece la opción de futuro preparada para ser presente: Kepa Arrizabalaga. O el jugador que se mantenía por su papel en el grupo, nexo de unión entre todos, acostumbrado a la presión en toda su carrera y su club actual: Pepe Reina. De acudir a Rusia a meter competencia a los entrenamientos, a sentir la posibilidad real de poder jugar en un Mundial.
Hierro, que siempre admiró la capacidad gestora de estrellas de su querido Vicente del Bosque, al que puso como seleccionador para hacer historia con la 'generación de oro' del fútbol español, tiene que decidir entre dar continuidad y confianza a De Gea ante Irán, pese a las actuaciones discretas del portero desde hace tiempo con la selección, o apostar por el relevo en la portería y dejarlo señalado.
A José Francisco Molina una situación similar le marcó su carrera por su fatídico error ante Noruega en el estreno de la Eurocopa 2000. Un amigo del alma de Hierro como José Antonio Camacho sí tomó el camino drástico y sentó al portero.
“Camacho no me dio ninguna explicación. Ya no hablamos más de lo estrictamente necesario. No me quejé en prensa por no hacer daño al equipo”, reconoció con los años Molina. La primera reacción de Camacho fue exculpar a su jugador.
“Es como el que falla un penalti. No es el responsable del mal resultado, solo que ha tenido mala fortuna”, aseguró. Pero no le tembló el pulso para hacer el relevo días después. “No estaba para jugar. Su estado no era colaboracionista y agachó la cabeza. Se quedó muy tocado”, justificó con los años de un momento del que no le gusta hablar.
Nadie espera una decisión que pueda afectar al grupo de Hierro, cuya primera medida con sus jugadores ha sido concederles un día libre. Entrenaron suave por la mañana los suplentes, recuperaron fuerza los titulares y hasta el domingo a las 17:00 horas que tienen que estar de vuelta a la residencia de la ciudad deportiva del FC Krasnodar, no comenzarán a pensar en Irán. Le vendrá bien ese tiempo a De Gea que primero se defendió de la crítica, “no he matado a nadie”, y desde mañana entrenará con más ganas de tomarse la revancha en el campo. Es la vida del portero.