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El 30 de marzo de 1915 nació quien es considerado el mejor jugador paraguayo de todos los tiempos: Arsenio Erico. Nadie como él según los afortunados que vieron el talento, la calidad y la espectacularidad del guaraní en los campos de fútbol. Del “yo solo he sido un pequeño imitador tuyo” de Alfredo Di Stefano al “Arsenio Erico es la historia de Independiente, nadie lo va a poder superar” de Ricardo Bochini, el compatriota permanecerá en la historia, como sus números en Argentina, donde convirtió 295 goles, una racha que nadie logró ni siquiera igualar.
Erico, quien estuvo cerca de defender el territorio patrio en la Guerra del Chaco, cambió las armas por los botines y realizó una gira con la selección de la Cruz Roja, la antesala de una vida llena de gloria, goles y alagos: El Saltarín Rojo, El Hombre de Goma, El Paraguayo de Oro, El Hombre de Mimbre, El Mago, El Aviador, El Duende Rojo, El Diablo Saltarín, El Rey del Gol, Mister Gol, El Hombre de Plástico, El Virtuoso, El Semidiós, El Trampolín. Un centenar de calificativos que no eran suficientes para describir a un jugador, que también fue alavado por la nobleza de persona.
“Él tenía, escondidos en el cuerpo, resortes secretos. Saltaba el muy brujo sin tomar impulso, y su cabeza llegaba siempre más alto que las manos del arquero, y cuando más dormidas parecían sus piernas, con más fuerza descargaban de pronto latigazos al gol. Con frecuencia, Erico azotaba de taquito. No hubo taco más certero en la historia del fútbol. Cuando Erico no hacía goles, los ofrecía, servidos, a sus compañeros”, escribió el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano en el libro “Fútbol a Sol y Sombra”.
“Había una vez, entre los diablos rojos, un paraguayo que, con dos alas enormes y un trampolín invisible, correteaba por la cancha mientras jugaba fútbol”, una expresión repetida en las plazas o el cafés de Buenos Aires después del fin de la era Erico, señala Catalo Bogado en la sección cultural de ABC Color, publicado el pasado 19. Sí, Erico es cultura, es historia y debe estar presente como la gloria máxima del deporte nacional. Arsenio dijo adiós un 23 de julio de 1977, hace cuarenta y tres años, y sus restos descansan, desde el 2010, en un mausoleo en el estadio Defensores del Chaco.