BERLÍN. El pitido final del partido de las semifinales en Varsovia dejó hundidos a casi todos, a pesar de que la prensa alemana ya había avisado que iba a ser el partido más difícil jugado hasta ahora en el torneo.
Antes del encuentro, el entusiasmo dominaba a la masa de hinchas, pero pronto el ambiente fue siendo más tenso.
“Me siento golpeado”, decía Lucas Abel, un estudiante de 17 años de Berlín, cuando el atacante Mario Balotelli logró los dos goles que propulsaron a la Nazionale hacia la final de la Eurocopa-2012, frente a una Alemania superada por las circunstancias.
“Alemania no puede perder, esto no puede ser verdad. A los alemanes no nos gusta perder”, afirmaba Gina Pusche, una estudiante de 20 años, que había acudido a seguir el partido en una pantalla gigante, con un collar de flores con los colores nacionales, rojo, amarillo y negro.
En los miles y miles de hinchas reunidos en el centro de la ciudad destacaban los más jóvenes, que fueron invadiendo desde la tarde la avenida del 17 de junio, en un clima optimista, en lo que pensaban que sería una noche feliz para los pupilos de Joachim Löw.
Cuando Mesut Özil redujo la desventaja a 2-1 en el descuento final, la silenciosa multitud pareció despertar, soñando con forzar la prolongación de manera agónica, pero era ya el 90+2. Demasiado tarde.
“Hubiera sido muy grande si el equipo hubiera ganado”, destacaba Gregory Revel, de 51 años. “Cometimos muchos errores en los pases y Bastian Schweinsteiger estaba en el campo, pero de una manera que parecía que no estaba. Alemania no ha estado en el partido”, lamentó.
Algunos hinchas alemanes controlaban el enfado y parecían mantener el espíritu deportivo.
“Fue un partido bonito, de todas formas. Los italianos han jugado mejor, eso está claro. Tampoco es como para terminar llorando”, explicaba René Arnold, un trabajador de 40 años.
Los aficionados fueron poco a poco iniciando su retirada del lugar, sin poder vivir la fiesta que esperaban. Con gesto serio, lo que parecía claro es que muy pocos pensaban que la eliminación era posible y daban por hecho que Alemania iba a estar en la gran final del domingo.