Los pilotos más experimentados reconocen el aumento de la exigencia, pero recuerdan que el Dakar nunca ha sido fácil, mientras los amateurs, los más perjudicados por la dureza, se resignan a la nueva situación.
“La gente se queja porque se ha olvidado de los Dakar duros. Llevábamos unos rallys que nos tenían muy bien acostumbrados”, dice el español Joan 'Nani' Roma, líder en coches y con 19 participaciones en la prueba a sus espaldas.
La empresa que organiza la prueba avisó hace meses que este 2014 tocaba ajustar las clavijas tras dos últimos rallys relativamente sencillos, si es que se puede hablar así de una competición de casi dos semanas con miles de kilómetros por todo tipo de terreno.
Para ello aumentaron el número de kilómetros -más de 5.000 contra el crono y 9.000 en total- y el tipo de pista, sobre todo en las etapas en suelo argentino.
Las pistas cómodas al estilo del mundial de rallys de otros años dieron paso a caminos rotos, con espesa vegetación, cruces de ríos, arena blanda y sectores con enormes piedras.
Además apareció un invitado con el que nadie contaba: el clima.
Las lluvias caídas la semana pasada en San Rafael, San Juan y Chilecito modificaron algunos caminos de como aparecían marcados en el libro de ruta que guía a los pilotos.
Tampoco estaba contemplado que las temperaturas rozaran los 50 grados, como sucedió en la quinta etapa entre Chilecito y Tucumán, que convirtió el recorrido en un infierno.
“No esperábamos que fuera tan duro, pero con la meteorología se complicó la cosa”, reconoce el director deportivo del Dakar, David Castera.
Castera explica que se buscó elevar la dificultad para que el Dakar “sea una prueba que se gana” y en la que no cualquier piloto consigue acabar, aunque tampoco quieren que solo un pequeño grupo de elegidos alcance la meta en Valparaíso.
Las cifras de abandonos hablan por son elocuentes. Durante las seis primeras etapas, hasta la jornada de descanso, 89 de los 175 motoristas que empezaron se han quedado fuera del rally, más de la mitad.
En el caso de los coches, han abandonado 66 de los 152 vehículos que salieron de Rosario el domingo pasado. Solo 21 de 41 quads sigue en carrera, mientras que el caso menos dramático es el de los camiones, donde solo 16 de 71 han cedido.
Hay algunas etapas que se han convertido en verdaderas escabechinas. La tercera, entre San Rafael y San Juan, provocó el abandono de 28 automóviles y 21 motos.
Y la quinta, entre Chilecito y Tucumán, tuvo 31 bajas en motos y 13 coches, a pesar de que se redujo la especial para los vehículos de dos ruedas a 211 kilómetros.
Varias motos ardieron en llamas en medio del desierto, pilotos perdían el sentido producto de la deshidratación y las motos y coches se cruzaban en todas direcciones buscando puntos de control que no aparecían por ningún lado.
Esta quinta etapa dejó además la muerte del belga Eric Palante, un motorista de 50 años, que fue hallado un día después por el camión escoba y cuya muerte está siendo investigada por la justicia argentina.
El español Marc Coma, líder destacado de la carrera de motos, reconoce que hay factores que los organizadores no pueden controlar, como las condiciones del clima.
“Cuando estás casi a 50 grados cualquier cosa pequeña que te suceda adquiere gravedad”, explica el catalán.
Joan Barreda, que empezó muy bien pero perdió un buen trecho por un problema mecánico, no tiene dudas de que el rally es mucho más complicado e incluso considera que a los organizadores “se les ha ido la mano”.
“Hemos encadenado cuatro días seguidos con etapas muy técnicas, peleando mucho con la moto y trabajando el físico, desgastándonos muchísimo”, señala.
Eso, en su opinión, se refleja en el número de bajas y en la hora a la que llegan los pilotos al campamento.
“Llegamos todos los días a las 4 o las 5 de la tarde y salimos a las 4 de la mañana. Son muchísimas horas encima la moto. Al final, son varias cosas en conjunto que lo hacen más duro”, sostiene Barreda.
'Nani' encaja la situación con aplomo, a sabiendas de que el Dakar debe ser una prueba extrema, como sucedía a menudo en África.
“Mucha gente no los ha corrido y había hecho estos dos últimos, que eran más fáciles. Un Dakar es un Dakar, por eso es una carrera tan mítica que todos quieren correr”, sostiene.
Pese a esto, 'Nani' reconoce que el calor es un elemento totalmente nuevo y de efectos imprevisibles.
“En África nunca llegamos a 50 grados. Cuando metes a gente en moto en las dunas a esa temperatura es muy duro. La gente no puede. Nosotros nos plantamos ahí en la quinta etapa y nos ahogábamos dentro del coche”, relata.
Nadie sabe lo que sucederá en la segunda mitad del rally, con la visita de las motos a Bolivia y el paso de la carrera a Chile y el desierto de Atacama.
David Castera, director deportivo del rally, asegura que no está “preocupado” porque en Chile se llega a 50 grados de temperatura, por lo que la carrera tendrá un aire a la de ediciones pasadas.