“Será un Dakar distinto, sobre todo por la altura. Cuesta más adaptarse, pero sobre todo no sabes cual va a ser la reacción del cuerpo. Es algo que cuesta gestionar y que no afecta solo a los pilotos, también a los mecánicos, que son parte importante del juego”, señaló.
Buena parte de la edición de 2017 transcurrirá en el altiplano boliviano, a más de 3.500 metros de altitud, lo que tendrá una influencia tanto en los pilotos como en sus vehículos.
Roma, que por undécima edición lo correrá en coches, categoría en la que ganó en 2014, tras haber vencido en la de 2004 en motos, aseguró que se prepara en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Saint Cugat “para tratar de enseñar al cuerpo las sensaciones que hay en altura y con el calor”.
Para ello, utilizan cámaras especiales que simulan esas condiciones, aunque señaló que nunca es suficiente para prepararse a esas condiciones y recordó que el año pasado, cuando había menos etapas en altura, sufrió reacciones imprevisibles, como un dolor de cabeza repentino.
Esas nuevas condiciones, terrenos novedosos y unas condiciones de navegación vía satélite más restringidas harán que el Dakar sea “más imprevisible”, algo de lo que se congratuló Roma.
“La ventaja de las cosas imprevisibles es que te puede favorecer o no, pero hay más oportunidades. El año pasado, que tenía más etapas de pista en las que no pasaba nada, era más difícil recuperar tiempo. Si es más complejo de navegación, me pueden pasar cosas a mi, pero también a los demás. Creo que es más propio del rally-raid”, comentó.
El piloto catalán, que afrontará su Dakar número 22, aseguró que en once de ellos ha salido a buscar la victoria final, que volverá a ser su objetivo, aunque señaló que “no a cualquier precio. El objetivo es competir bien, hacer una gran carrera, y sé que si lo hago estaré disputando la victoria final. Los dos últimos año me ha ido fatal”, aseguró.